Un amigo leal para gestionar el fin de ETA

Melchor Sáiz-Pardo, DIARIO VASCO, 22/12/11

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior. Valladolid, 1950

La firmeza y la capacidad de diálogo fueron las dos cualidades que Mariano Rajoy destacó, hace muy pocas semanas, de Jorge Fernández Díaz, que ahora ha puesto al frente del Ministerio de Interior. El hombre llamado a gestionar la desaparición definitiva de la banda -que declaró el cese definitivo de su actividad el pasado 20 de octubre- y, sobre todo, administrar los tiempos de los posibles acercamientos de sus 550 presos, es un amigo íntimo del nuevo presidente y un veterano y experimentado político que ha atemperado su inicial antinacionalismo. Destacado miembro del ala más conservadora del PP, al que llegó en 1983 desde la UCD y el CDS, se situó frente a Aleix Vidal Quadras cuando Aznar auspició el giro catalanista de los populares.

Eso sí, un día después del anuncio de ETA, él mismo reconoció que no se debía «menospreciar» la «noticia extraordinaria», si bien dejó claro que lo creía insuficiente porque la organización terrorista debía disolverse y entregar las armas definitivamente. También marcó su posición sobre el debate de las víctimas: «No se puede poner en el mismo nivel a las víctimas, las instituciones democráticas y ETA. Hacer esto es poco ético», declaró.

Hombre de muy profundas convicciones religiosas -suya fue la idea de poner una placa en el Congreso en recuerdo de Sor Maravillas- y próximo al Opus Dei, su nombre había sonado con insistencia para ocupar la embajada ante la Santa Sede. Ariete del PP contra la Ley de Memoria Histórica y favorable a una reforma «profunda» de la Ley del Aborto, el ingeniero industrial Jorge Fernández Díez es de la absoluta confianza del nuevo presidente del Ejecutivo. «Se entienden solo con mirarse», describe un compañero cercano. Rajoy deja el Ministerio de Interior en manos del que fuera su secretario de Estado en Administración Territorial, Educación y Relaciones con las Cortes. Sólo cuando el hoy presidente dirigió Interior, entre febrero de 2001 y julio de 2002, curiosamente Fernández no estuvo bajo sus órdenes.

Lucha antiterrorista

Nadie en el PP tiene dudas de la fidelidad absoluta del ministro al presidente. Él ha sido uno de los apoyos más sólidos del ahora jefe de Gobierno en los momentos más duros, sobre todo tras las derrotas de 2004 y 2008, poniendo siempre del lado de Rajoy al partido en Cataluña, cuyo aparato -en compañía de su hermano Alberto- controló desde 1983 hasta la llegada de Piqué en 2003. Ahora, con Alicia Sánchez Camacho, su poder en Cataluña ha vuelto a renacer.

Como gobernador civil -lo fue en Barcelona y Asturias en los ochenta- tiene cierto conocimiento del funcionamiento de las fuerzas de seguridad, si bien poco queda de la Policía y la Guardia Civil dependientes de Juan José Rosón que él conoció y dirigió en dos plazas especialmente complicadas en esos años.

Fernández Díaz debe enfrentarse a un mar de desafíos ante el fin del terrorismo, aunque las líneas rojas ya se las marcó el propio programa electoral del PP: el compromiso de no negociar con la banda. Los posibles movimientos penitenciarios -sobre todo de los etarras enfermos o con condenas muy avanzadas, tal y como reclaman PNV o la izquierda abertzale- será uno de los asuntos urgentes que se encontrará en cuanto llegue al Palacio de Castellana, 5. Antes del cese definitivo de la banda, el ahora ministro del Interior dijo sobre hipotéticos acercamientos que «la democracia española sabrá ser inteligente y generosa» si los encapuchados dejaban las armas.

Los que le conocen aseguran tajantes que permitirá «muy poco enjuagues» en la lucha antiterrorista y se mostraron convencidos de que, bajo su tutela, las fuerzas de seguridad no cejarán en «perseguir etarras».

Melchor Sáiz-Pardo, DIARIO VASCO, 22/12/11