- miércoles, 27 septiembre 2023
Una cara de mastuerzo que es un autorretrato de Sánchez
Ver a Pedro Sánchez con las manos en los bolsillos del pantalón recordaba el acierto definitorio de Cayetana, al llamarle ‘galán de tranvía’, una forma educada de calificar a lo que Antonio Burgos acuñó antes incluso de que naciera Sánchez. Escribió en la difuntísima revista Triunfo una contribución a un diccionario sevillano-español: rabino: señor que pone rabos en las aglomeraciones de las procesiones. Como en el conjunto de España no se prodigan las procesiones podríamos sustituirles por señor que pone rabos en los transportes públicos. O sea, lo que Cayetana, más fina, llamaba ‘galán de tranvía’, que es un arrimategui, o sea, un acosador emergente y decimonónico.
Pedro Sánchez no ve conveniente un reglamento del Congreso que tantas veces le ha beneficiado para que interviniera sin límite de tiempo, y que ahora ¿beneficia? al candidato a la investidura, Alberto Núñez Feijóo. A él sí porque tal como demostró ayer es dueño de la palabra. En su primer discurso en la Cámara Baja estuvo formalmente brillante y conceptualmente preciso. El presidente del Gobierno hoy en funciones le sacaba mucho peor partido a sus intervenciones parlamentarias sin límite de tiempo. Alguna vez tengo escrito que darle tiempo de discurso a Sánchez era facilitarle más soga para ahorcarse. Y estuvo bien al explicar lo que entendía por ganar las elecciones. Haber sacado 16 escaños más que el segundo candidato y recordar que en las elecciones del 23-J obtuvo 137 diputados, que son más de los que ha sacado Pedro Sánchez en las cinco elecciones en las que fue candidato a la Presidencia del Gobierno.
Quizá por eso, ayer optó por ceder los trastos a un segundón, el ex alcalde de Valladolid, Oscar Puente y esto sí que marca el tono, porque su intervención fue de un nivel francamente deplorable. Quizá fuera precisamente esa la intención de Sánchez: humillar a Feijóo, oponiéndole a un tipo de tan baja catadura como Puente, que llevó a la tribuna del Congreso todas las mañas del sanchismo, pongamos por caso que un defensor acérrimo de Sánchez acuse a Núñez Feijóo de “vivir instalado en la mentira”. Cómo estaría Puente que hasta Pablo Iglesias dijo que Sánchez “había optado por su perfil más agresivo ( a veces abiertamente macarra) para responder a Feijóo”.
Algunas apreciaciones como ésta hicieron rebotarse a la bancada popular y más aun a la presidenta de la Cámara que estiró el tiempo de intervención de Oscar Puente para compensar las interrupciones de los abucheos que le propinaron los diputados del PP y también por los aplausos enfervorecidos de los diputados del PSOE. Fue inenarrable el momento en que Puente trató de ironizar sobre el concepto de la libertad del PP: “la libertad de tomar cañas en pandemia”. Hombre, Puente, no jodas. Esas cosas deberías reprochárselas a la presidenta del Congreso que con tanta largueza te regalaba minutos de tribuna, porque Francina Armengol, entonces presidenta de la Comunidad Autónoma, se encontraba tomando copas en el interior de un bar de Palma -el Hat Bar- más allá de las dos de la mañana del 7 de octubre de 2020 en plena vigencia de las restricciones por la Covid que a ella le tocaba garantizar.
David Jiménez, director que fue de este diario, escribió que “Sánchez ha querido humillar a sus adversarios al negarse a debatir la investidura, pero ha despreciado mucho más: a la política, al parlamento y a la ciudadanía, incluidos sus votantes”. Estuvo en ese aspecto pertinente la zumba de Feijóo hacia Sánchez: “Me pedía usted que mantuviéramos seis debates durante la campaña electoral y ahora no es capaz de hacer el segundo”, además de lo que en mi opinión fue la mejor frase de su intervención, agradeciendo a los diputados socialistas que me vean incapaz de pactar lo que ustedes van a pactar”.
Sánchez despreció al Congreso de los Diputados, a juicio de David Jiménez y también al de un servidor. Pero puede que no, que el ex alcalde de Valladolid y su presencia oronda en el atril se corresponde exactamente con la idea que de la excelencia tiene el arrimategui de los transportes públicos y esa idea se la impone a todos sus portavoces: Patxi López del grupo parlamentario, el capullito de Abenójar en el Gobierno y Pilar Alegría en el partido.