Nosotros aquí enredados con Bildu, el Supremo y el Constitucional y el lucero del alba, cuando el asunto es tan sencillo como darse cuenta de que cuando se judicializa la política se acaba politizando la justicia. Y se rompe la política y la justicia al mismo tiempo. Dos al precio de uno.
Abro YouTube. Pongo Silvio Rodriguez y la canción Ojalá. No la elijo al albur, sino deliberadamente. Porque me gusta. Porque me emociona. Porque la extraño en estos tiempos de cólera. Extraño esos disparos de nieve, esa mirada constante, esa luz cegadora. Y todo aquello que cantaba Silvio cuando era más joven. Y todo eso que nos sigue preocupando, y me temo que nos seguirá preocupando por los siglos de los siglos.
Por ejemplo: ¿Por qué EE UU no detuvo a Bin Laden, ese ser abominable, quizás enfermizo, seguramente irrecuperable? Pero en aras del Estado de derecho siempre es mejor un preso que un muerto. Y lo digo porque sigo creyendo que siempre es mejor un disparo de nieve que un disparo de fuego. Incluso con Bin Laden, y con tantos otros que callo porque, si no, todo se sabe.
Nunca creí que Bin Laden viviera en una cueva, como se decía, seguramente para justificar los desatinos de la CIA para encontrarle. A quien nace millonario le cuesta dejar la pelliza y vestirse con piel de cabra sin elaborar. Osama tampoco era un jefe. Era quizás un lider, era seguramente un mito, era la referencia de los yihadistas, pero su intervención militar se reduciría a algún desfile privado. Tampoco me parece que allí donde murió fuera una mansión. Bueno, en Pakistán, sí, pero a los ojos americanos o europeos aquello era una casa. Dejémoslo estar. Ojalá que todo hubiera sido de otra manera. Que la misión de un Estado democrático como EE UU hubiera concluido con la detención y juicio de un tipo deleznable sometido a las garantías judiciales que él siempre quiso derrribar y a las que, preso, se hubiera aferrado como una mosca la pared.
Ojalá que esa mirada constante de Bin Laden desaparezca de nuestras vidas, aunque evidentemente el conflicto continúa. Con o sin Bin el riesgo del boom es el mismo. Estados Unidos se ha quitado un cálculo del riñón, se ha cobrado una venganza de lo más razonable aun a costa de legalizar la tortura en Guantánamo, la penetración en otros países para cometer un asesinato -por magnífico que les parezca a unos o justo que les parezca a otros-. Me temo que sobre todo este asunto va a proliferar una luz cegadora, la que da el exceso de focos, la condición indudablemente malvada e irrecuperable de Osama Bin Laden y el hecho de que el actor principal de la película sea la primera potencia mundial.
Y nosotros aquí enredados con Bildu, el Supremo y el Constitucional y el lucero del alba, cuando el asunto es tan sencillo como darse cuenta de que cuando se judicializa la política se acaba politizando la justicia. Y se rompe la política y la justicia al mismo tiempo. Dos al precio de uno. Ojalá que no ocurra, pero me temo que habrá un disparo de nieve. Y otra vez la duda.
Eduardo Rodrigálvarez, EL PAÍS, 6/5/2011