EL MUNDO – 14/01/16
· Desde la autoproclamación del califato, familias enteras de musulmanes nacidos en Occidente emigran a Siria o Irak para formar parte de él. Los padres ven a sus hijos como futuros combatientes del Estado Islámico (IS, en sus siglas en inglés) y optan por llevarlos consigo.
· El alcance del fenómeno es tal que ya se tiene constancia de que al menos 70 niños holandeses se encuentran en territorio controlado por yihadistas; alrededor de un tercio de ellos ya habrían nacido en estas zonas de Oriente, aunque el número real, que probablemente sea mayor, es imposible de verificar.
Así se desprende del informe Viviendo en el Estado Islámico. El mito deconstruido, elaborado por los servicios secretos holandeses (AIVD) y hecho público ayer. «Cada vez son más las personas de todo el mundo, incluidas algunas de los Países Bajos que, además de las ramas tradicionales de Al Qaeda [como el Frente Al Nusra en Siria], optan por unirse al grupo terrorista IS», reza el documento. Y es que un Estado regido por el fundamentalismo islámico que provee de vivienda, comida y atención médica a sus habitantes, liberado de la «corrupción moral» que representa lo ajeno a la fe islámica, es el atractivo que vende el IS a través de su potente propaganda.
«Poseen médicos, mecánicos, basureros y todo lo que necesitan para construir un Estado en la zona que controlan», alerta AIVD. También se aseguran la reproducción de su sociedad obligando a las mujeres a tener muchos hijos y casando a las niñas cuando cumplen los nueve años.
Con el objetivo de construir un verdadero Estado, el IS invita a los fieles a viajar a los territorios que controla, ofreciéndoles la posibilidad de seguir con sus negocios allí, y traerse consigo a sus familiares. En el momento en que ingresan al autoproclamado Estado Islámico [mayoritariamente a través de Turquía], a los nuevos miembros les quedan confiscados los pasaportes. Como advierte el AIVD, el grupo podría estar usando estos pasaportes en regla para enviar a terroristas a Europa.
Los hombres entran separados de las mujeres y los niños, ya que han de pasar un ritual específico tras ser sometidos a un interrogatorio que pruebe su compromiso. Si son admitidos, siguen un curso de adoctrinamiento y luego realizan entrenamientos militares durante varias semanas. Algunos se convertirán en francotiradores, otros aprenderán a fabricar explosivos; pero todos participarán en atrocidades cuando su presencia sea requerida.
Los servicios holandeses revelan que, en principio, cada hombre puede elegir qué rol tendrá dentro de la organización. En todo caso, el aparato se reserva la potestad de asignarles tareas determinadas en base a su currículum… incluida la de volver a Europa para perpetrar ataques.
«La mayoría de los hombres que han viajado desde Países Bajos se decantan por la vida de guerrero o de miembro de la policía religiosa (Hisba), que patrulla las calles para multar o arrestar a quienes incumplen las normas», detalla el dossier.
Desde el momento en que una mujer accede al terreno controlado por el IS, queda subyugada a la voluntad de los hombres. Sin embargo, para ella tienen reservados papeles activos: de reclutadora, sirvienta, torturadora y máquina reproductora.
Y es que los cometidos de las mujeres del califato son atraer a más mujeres, cuidar de sus maridos y familias, ocuparse de las tareas del hogar y tener el máximo posible de hijos. El informe recoge que el IS permite a algunas usar las armas, aunque «no hay ejemplos recientes de que hayan obtenido permiso para realizar ataques suicidas en nombre del grupo», como era habitual en la década pasada.
Con armas o sin ellas, las mujeres también son responsables de infligir castigos físicos a otras que hayan violado las normas. Las viudas y solteras se convierten instantáneamente en sirvientas, por lo que las mujeres en esta situación «intentan rápidamente contraer matrimonio».
Los niños que nacen en territorio yihadista o habitan en él por decisión de sus padres «conviven con la muerte y la destrucción», teniendo que enfrentarse frecuentemente a que miembros de su familia perezcan en el campo de batalla y acostumbrados a presenciar los bombardeos de la coalición internacional. Además, muchos asisten con sus padres a ejecuciones públicas y presencian castigos corporales. «Van a la escuela desde los seis años pero, además de aprender árabe o matemáticas y también inglés, son adoctrinados bajo la férrea interpretación que el Estado Islámico realiza de la religión».
A los nueve años, las niñas son casadas y los niños enviados a un campo de entrenamiento. También por decisión de sus padres, algunos de los pequeños que han crecido entre bombardeos y atrocidades regresarán a sus países de origen. Pero para ellos, «traumatizados en Irak y Siria y habiendo estado expuestos a una doctrina que glorifica la violencia, será muy difícil construir una vida normal».
Los medios del Estado Islámico promocionan cómodas viviendas gratuitas, con gas y electricidad, para sus habitantes. Sin embargo, lo cierto es que «las casas disponibles son a menudo las abandonadas por refugiados y están en muy malas condiciones», reza el informe, que explica que «con frecuencia se hacina a varias familias con niños en una sola, con acceso a la electricidad únicamente durante unas horas al día».
También sería verdad que los miembros del Estados Islámico tienen acceso a un sistema de salud, aunque éste es «extremadamente pobre» y hacer uso de sus hospitales, en los que «escasea la higiene», sería incluso contraproducente. «Desde julio de 2015 no se permite acceder a internet en ciudades como Raqqa», a excepción de «en algunos cibercafés cuidadosamente monitorizados».
EL MUNDO – 14/01/16