- Sábado, 3 julio 2021
Esto no es de ahora. Sánchez nombró vicepresidenta primera a una indocumentada convertida por ZP en ministra de Cultura. Carmen Calvo se estrenó en el tema con tres patas de banco gloriosas. La primera, durante su discurso en la entrega del Cervantes: “don Gonzalo Rojas ha sabido coger la vida como rábano por las hojas”, soberbia muestra de lenguaje distraído. Justo por la parte que no toca. Segunda, al anunciar el 4º centenario del Quijote con magna exposición para la que pensaba nombrar ‘coordinador’ a Francisco Rico, no comisario, “porque esta palabra se compadece mal con la cultura”. Para ella, comisario debe de sonar a la picana, la bañera y otras formas de tortura. Primera acepción del DRAE: Committere, commissus, pobre Corominas. No hay dos sin tres. Aquel 23 de abril condenó la guerra de Irak “porque sigue viva una vieja relación con el mundo árabe. Cervantes, sin ir más lejos, estuvo en Argel, en Orán…” Olvidó un matiz: fue como cautivo.
Creo que aquello solo nos chocó a Arcadi Espada y a un servidor. Hoy, Carmen Calvo es un factor que explicaría por sí mismo la creación de una oficina del Español. O 17. Otra causa es la ignara ministra de Igualdad y su vocación por la creatividad y la neolengua: todos, todas y todes; niños, niñas y niñes y todo en este plan. Ahora quiere sustituir ‘padre’ y ‘madre’ por ‘progenitor no gestante’ y ‘progenitor gestante’ respectivamente. Es una novedad lingüística definir algo por lo que no es. Aun aceptando el disparate, padre estaría mejor definido por ‘progenitor fecundante’, a cada cual lo suyo. Por otra parte, la condición de madre es duradera, la de progenitor gestante, no. Dura estrictamente lo que dura la gestación; desaparece con el parto. Sería cosa de que aprendiera a conjugar el verbo gestar: el progenitor que gestó, hermoso título para una gran novela de Gorki. La líder de la oposición a Ayuso podría autotitularse ‘médica y progenitor que gestó’. La propia marquesita seguía autodefiniéndose y reivindicando el título de ‘madre’ ayer, a la hora de cerrar esta columna: “Irene Montero. Psicóloga, madre, #Feminista, ministra de Igualdad del Gobierno de España. Yo por ellas, madre y ellas por mí”. Con lo bien que habría quedado: “psicóloga, progenitor que gestó, etc.” En el caso de que el progenitor no gestante o progenitor fecundante fuera desconocido podría llamársele ‘progenitor X’.
Una Dirección del Español sería también de utilidad inapreciable para una buena parte de mis colegas, que han convertido nuestro oficio en una disciplina de ágrafos. Esto, como todo, empezó con Zapatero, que modificó el libro de familia para que los términos padre y madre fueran sustituidos por progenitor A y progenitor B, siendo ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar (8 de febrero de 2006, publicado en el B.O.E. el 3 de marzo) cuando los dos progenitores fueran del mismo sexo. O género, o génera.
Esta pobre indocumentada ha hecho bandera del género inclusivo porque según explicó el pasado 28 de junio: “El masculino neutro es político y tiene una función política en la sociedad muy clara, que es decirnos a las mujeres que no valemos para las cosas importantes, para ser científicas, médicos o médicas”. El masculino neutro no existe y no debe pluralizar a partir de su magra experiencia académica y laboral. Más del 60% de los médicos españoles son mujeres. En Madrid, el 63,7%, culpa de Ayuso.