No parece que Concepción Dancausa, hija de un alcalde de Burgos entre los años 60 y 70 del siglo pasado, esté viviendo uno de sus mejores momentos políticos. Los tuvo mejores en 2003, cuando Tamayo y Sáez se ausentaron para no votar al candidato socialista a la Presidencia de la Asamblea de Madrid, Francisco Cabaco, y Dancausa fue elegida presidenta.

Les sonará sin duda la reiteración con la que se vienen produciendo noticias sobre los abusos sexuales y prostitución de menores en centros tutelados por poderes públicos. Se han dado en Baleares y también en la Comunidad Valenciana y en los últimos días han aflorado a la luz pública casos de abusos y prostitución de menores en un centro tutelado por la Comunidad de Madrid, responsabilidad de la consejera de Política Social, Concepción Dancausa, que debería ir considerando la posibilidad de dimitir de su cargo. Ella ha mentido repetidamente al negar en un principio que las menores estuviesen tuteladas por la Comunidad. Después hemos sabido que al menos tres sí lo estaban. Mintió al decir que no habían tenido noticia del asunto cuando la Fiscalía les avisó de sus investigaciones el pasado verano. También hemos sabido que un educador y la directora de uno de estos centros, advirtieron en junio a la Policía de lo que se maliciaban, pero no parece la Comunidad muestre mucho celo en dar explicaciones. Dancausa ha pedido comparecer y Díaz Ayuso ha anunciado que lo hará en febrero, cuando se reabra el periodo de sesiones. Vaya por Dios, para una cosa en la que uno estaba de acuerdo con Casado en su petición de reabrir en este mismo mes de enero.

Viene a coincidir esto con la comparecencia de Mónica Oltra ayer en las Cortes Valencianas para hablar del asunto que nos ocupa. Y lo hizo en su mejor estilo, acusando al PP de mentir “conscientemente” y de usar a los niños como instrumento para desgastar al Gobierno, de no tener un verdadero interés en ellos, vamos. Hay que leer la entrevista que le hacía en estas páginas Inma Lidón a Teresa, la adolescente abusada por su marido (entonces lo era), que peregrinaba por las noches a la cama de su víctima para acomodar el pene en la mano de la niña y masturbarse. ¿Cabe más infamia? Solo un poco más, que esas manos comparecieran engrilletadas ante el juez que vio la causa y condenó al consorte insatisfecho a cinco años de cárcel. Otra pizca: que la Consejería de Igualdad presentara informes exculpatorios para el condenado, que llevaron a repetir el juicio, lance en que el TSJ confirmó la sentencia de la Audiencia. Hay algo más: Teresa y su pareja fueron despedidos del hospital de Torrevieja, cuando este pasó a ser de titularidad pública. Por si todo ello fuera poco, el responsable de los centros donde se habían producido ‘otras incomodidades’, Javier de Juana, fue ascendido por Francine Armengol a consejero de Presidencia. La vicepresidenta valenciana tuvo aún una sutileza añadida en el uso del lenguaje, al calificar el asunto de las niñas abusadas y prostituidas de “incómodo”. ¿Incómodo dice, vicepresidenta? Hombre, mujer, no. Podría haberlo calificado de indecente, infame, indigno o inmoral, pero llama mucho la atención que le parezca incómodo. Urge hallar un patrón universal, con el fin de ahorrarnos otro prefijo in, el de ‘incorregible’.