Un planazo

TONIA ETXARRI, EL CORREO – 29/12/14

Tonia Etxarri
Tonia Etxarri

· Urkullu y Mas tendrán que tomar nota de que Podemos distorsionará la relación de fuerzas en los parlamentos autonómicos.

Ayer se disputaban dos encuentros en Euskadi: el de San Mamés y el de Ajuria Enea. Amistosos, por supuesto. Pero así como el de fútbol quedará para el ámbito del folklore identitario-deportivo, el de Ajuria Enea tiene más alcance. El resultado oficial del ‘cara a cara’ entre el lehendakari Urkullu y el presidente Mas dejó los puntos a favor del mandatario que mantiene su equilibrio a base de discursos planos sobre la independencia; es decir, a favor de Urkullu. Porque el comunicado oficial del encuentro recordaba los tiempos de la preautonomía en los que los periodistas más ‘avezados’ se atrevían a preguntar al visitante: ¿Cuál es el motivo de su visita?

Según la versión oficial, Urkullu y Mas acordaron trabajar de forma conjunta para «hacer frente al creciente proceso de recentralización del Gobierno central». ¿Cómo? Ni una mención a referéndums, ni derecho a decidir, ni, por supuesto, nada que decir de los procesos de soberanía. ¿Están disimulando? El catalán, rehén de los radicales de ERC, CUP y los lobbys de la Asamblea Nacional y Òmnium Cultural, defraudará a los suyos.

Pero el vasco, con la marcha al ralentí en la ponencia del Parlamento, sigue ganando tiempo. Nada de movilizaciones reivindicativas para protestar por el «inmovilismo» del Estado. Cada cual a su ritmo. Comida familiar en Ajuria Enea. Y coincidencias en el palco de San Mamés. Es una foto que le favorece más al calculador Urkullu que al veleidoso honorable Mas, tan discrepante ahora de su socio Oriol Junqueras

Tanto a Urkullu como a Mas las encuestas les van enviando la horquilla de Podemos en los simuladores de sus respectivas elecciones. El partido emergente está sacudiendo la alfombra bajo las poltronas. Aunque muchos observadores se hayan mostrado escépticos sobre los últimos estudios sociológicos, el caso es que el partido de Pablo Iglesias irrumpe con tanta fuerza en el País Vasco que la foto final se adivina algo movida.

Bien es cierto que aún quedan dos años para los comicios vascos. Pero antes vienen los locales. El Euskobarómetro ha dado un varapalo a la Batasuna de nuevo cuño desplazándola del segundo puesto en una intención figurada de voto. Pero que el partido socialista y el PP vayan a la baja ya está amortizado desde hace tiempo. Ya pasó la época en la que el «voto oculto» dejaba a los partidos constitucionalistas y perseguidos por el terrorismo cierto margen de prórroga porque confiaban en que sus votantes no confesaban su opción política, pero al final depositaban su papeleta. Ya no. Ahora «pone» decir que se vota a la izquierda populista. O lo que acabe siendo el partido de Pablo Iglesias.

De momento, su «tirón» mediático sigue imparable. Suben las afiliaciones a Podemos cada vez que su dirigente habla por la televisión. Y las audiencias, claro. Cuenta la leyenda que, durante su entrevista con Jordi Evole, se fue afiliando un simpatizante por segundo. Pero, anécdotas aparte, el grado de seguimiento que experimenta ahora Podemos no es el de un partido recién llegado. No existen precedentes similares en ningún partido considerado de nuevo cuño. Ni siquiera en los inicios del partido magenta de Rosa Díez cuando fue comparado por Fernando Savater con la secuencia de ‘Tiempos modernos’ de Chaplin. Cuando el protagonista de la película recogió del suelo una bandera roja que se le había caído a un camión de mercancía y, al cruzar por delante de una manifestación, terminó por convertirse en su líder involuntario. Ni ocurrió algo parecido con los Ciudadanos de Albert Rivera.

La recolecta de la decepción y el hartazgo que va almacenando Podemos en los sondeos de opinión está siendo objeto de estudio interno en los partidos establecidos. Hay quien lo reconoce públicamente, como Borja Semper, desde el PP vasco, que declaró ayer a EL CORREO que «un toque de atención votando a Podemos no es broma». Ni la socialista Idoia Mendia, preocupada porque se descuenten las condenas de los presos de ETA cumplidas en diferentes países de la Unión Europea, ni la popular Arantza Quiroga, enfrascada en la búsqueda de candidatos para los próximos comicios locales, pueden dar la vuelta, de momento, a la sensación de que sus respectivos partidos seguirán sufriendo una considerable fuga de votos mientras que un partido de programa variable les está moviendo el panel electoral.

Porque, en efecto, poco queda ya del rupturista Pablo Iglesias de hace seis meses. Sigue remodelando sus definiciones. Habla. Y habla. Y cambia. Y cambia. Ahora está pisando terrenos pantanosos, que no domina. Y patina. Del «país de países» y del derecho a decidir siempre que votemos todos (que le está costando que los nacionalistas catalanes le llamen «casta» a él) ha tenido que pronunciarse sobre el Concierto económico. Y no sabe qué decir. Y recurre al ‘mantra’ del diálogo que sirve siempre para salir de las situaciones comprometidas, y acaba siendo un «comodín» tanto para los nacionalistas ventajosos como para los constitucionalistas sin imaginación.

«Los soberanistas de verdad, de siempre, que hemos reivindicado la soberanía… decimos que el proceso por arriba, no; el proceso, por abajo». Y se queda tan ancho. Parece un prestidigitador de palabras. Pero no. Es Pablo emergente. Que sus carencias las quiere rellenar con palabras. Salta a la vista que tiene que estudiar más. Lo que nadie discute es que el nuevo líder ha sabido conectar con el latido de la ciudadanía. Y Urkullu y Mas van tomando nota de que un discurso sobre los ricos y pobres recogerá votos que distorsionarán la relación de fuerzas en los parlamentos de mayorías nacionalistas.

TONIA ETXARRI, EL CORREO – 29/12/14