ALBERTO AYALA-EL CORREO
En política las imágenes tienen su importancia. La que ayer ofrecieron Pedro Sánchez y Pere Aragonès, reunidos en el Palau de la Generalitat como antesala a la constitución inmediatamente posterior de la comisión de diálogo y negociación entre el Estado y Cataluña para buscar una improbable vía de salida al problema suscitado en esta comunidad, la tiene. Ciertamente es una instantánea ‘potente’, como se encargó de resaltar el jefe del Ejecutivo español. Pero las imágenes, las fotografías, no resuelven por sí mismas conflictos.
Sánchez y Aragonès, PSOE y Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), se necesitan mutuamente. Son dos cojos que se complementan y que son conscientes de que en el mismo instante en que separen sus caminos afrontarán un horizonte más que complicado. El Gobierno PSOE-Unidas Podemos precisa que los republicanos sigan sujetándolo en el Congreso. ERC necesita tiempo y ganar en credibilidad para asentarse al frente del Govern tras batir por la mínima a Puigdemont en la cita con las urnas de hace unos meses, comicios que ganó el PSC del exministro Illa.
En este juego de necesidades se explica lo que ayer sucedió en Barcelona. El hecho de que las expectativas de que sirva para alumbrar una salida al contencioso catalán sigan siendo mínimas, por no decir nulas, es algo que PSOE y ERC saben. Pero les proporciona un terreno de juego que necesitan. Que presidente y president no ocultaran, sino que incluso resaltaran las profundas divergencias con las que arranca el grupo de trabajo, trata de desmontar los argumentos de sus adversarios políticos en Madrid y en Barcelona. Así, el president insistió en que la autodeterminación y la amnistía son las únicas vías de salida al problema, con la misma convicción e idéntica sonrisa a la que esbozó el líder socialista para ratificar que jamás aceptará tales exigencias. Y que lo que afecta a España lo deben decidir todos los españoles, no sólo una parte.
A buen seguro que el centro, la derecha y la ultraderecha seguirán alertando del riesgo de que Sánchez haga nuevas concesiones tan discutibles como el indulto a los líderes del fallido ‘procés’, excarcelados pese a un nulo arrepentimiento. Es algo que no inquieta al presidente, siempre que siga teniendo garantizado el apoyo de Esquerra, imprescindible para seguir en La Moncloa.
A Puigdemont y los suyos no les hace ninguna gracia la comisión de diálogo que arrancó ayer. Saben que el foro da tiempo a Aragonès y eso es algo que no quieren conceder a su socio. De ahí su fallido intento del martes por dinamitar la reunión tratando de colar en la delegación catalana a los ex presos Sànchez y Turull -lo que hubiera resultado inasumible para el Gobierno español-, y que el president abortó con un oportuno puñetazo en la mesa, que dejó a Junts fuera de la cita.
Ahora prepárense para meses de conversaciones discretas. Veremos si alguien se apea de sus actuales posiciones de máximos. Sánchez es del todo imposible que lo haga. Supondría su final político y el del PSOE. ¿ERC? Oriol Junqueras no da la impresión de conformarse con más dinero y un nuevo Estatut que otorgue más poder político para Cataluña.
Lo único claro es que si la mesa salta por los aires, Pablo Casado, el PP, ya veremos si con o sin Vox, tocarán el poder con la yema de los dedos, como el republicano Gabriel Rufián advirtió por la mañana en el Congreso.