ABC 30/05/17
HERMANN TERTSCH
· El mundo ha mejorado con el viaje de Trump
EL domingo la canciller Angela Merkel habló en una fiesta cervecera en un pueblito bávaro. Y entre muchas cosas que se dicen en precampaña electoral, dijo algo que ha conmocionado al mundo y que muchos ya ven como el mensaje de un cambio de era. «Los tiempos en los que podíamos confiar plenamente en otros, pronto estarán lejos y por eso solo puedo decir que nosotros europeos tenemos que coger realmente nuestro destino en nuestra propias manos». Esto lo decía Merkel después de días de desesperante negociación con Donald Trump en Bruselas con la OTAN y en Taormina en Sicilia en la cumbre del G7. Merkel, el líder más veterano del mundo occidental, tenía que convencer al presidente Trump de que debía adecuarse a las formas habituales y aceptar como recién llegado la opinión común. La canciller fracasó estrepitosamente. Y lo acusó. El rubio nunca será diplomático ni político. Se mueve sin control exterior. De repente hay movimiento en todo, virulentas pasiones en contra y a favor, pero también esperanza. Aunque las cataratas de odio mediático a veces no dejen ver ni oír. Trump es el menos dogmático de los gobernantes occidentales. En cuestión de proteccionismo demostró que sabe cambiar de opinión. Pero en materia de inmigración o cambio climático se vio que se niega a consensos porque sí. Y menos por imposición de corrección política y convencionalismos progresistas. Trump no acarició los oídos de los aliados con pensamientos filosóficos. Eso lo hacía Barack Obama para después ignorar obscenamente los intereses europeos. Como con su traición en la crisis siria con sus dramáticos efectos del fortalecimiento de Rusia, la invasión de Ucrania y anexión de Crimea. Nadie ha ayudado tanto a Vladimir Putin como Obama. De ahí el sarcasmo de la obsesión del periodismo de presentar a Trump como un agente de Rusia. Exigió a los socios que asuman el gasto para que la OTAN pueda operar sin depender siempre de forma absoluta de la participación norteamericana. Parece razonable. Él representa a una sociedad americana que paga indirectamente la petulante presunción de los políticos europeos de gastar poco en seguridad y ejército y mucho el protección social. «Lo militar que pague el yanqui». Pues ya no. Se ha hablado claro y se ha entendido. Merkel desde luego. Trump hace así más por la defensa común de Europa que todos los líderes europeos en tres décadas. Aunque sea con mayor hegemonía alemana.
Ha habido más cambios de profundidad. En Oriente Medio pone fin al disparatado desprecio de Obama al mundo sunita. Efecto añadido al coste del peligroso acuerdo con Irán que, como los regalos a la dictadura de Cuba, fueron parte de la insensata operación de prestigio de un Obama que buscaba un legado para ser recordado por algo más que el enfrentamiento racial e intercultural y la polarización política. No ha decepcionado ni a amigos ni a enemigos Donald Trump con su primer viaje al extranjero. Ha pegado una patada al mapa, ha levantado pasiones y ha cambiado drásticamente la realidad en sus escalas. Salvo en el Vaticano quizás, donde el desinterés mutuo hizo prevalecer la cortesía, el mundo ha cambiado mucho en estos cinco saltos de Trump por Oriente Medio y Europa. Más allá de la histeria mediática y política interesada de quienes buscan derribar al presidente o hacer política populista –europea, alemana– con Trump como enemigo favorito, hay más claridad hoy en el mundo que hace veinte días cuando Trump se fue a imponer estilo en su primer viaje fuera de casa.