EL MUNDO – 30/12/15 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO
· Mariano Rajoy ha puesto sobre la mesa una oferta que garantizaría sin duda la estabilidad. La coalición PP/PSOE/C’s sumaría 253 escaños, la mayoría más amplia con la que ha contado jamás un gobierno.
Sobre el papel, es una buena idea pensando en los intereses de España. No sólo es el sueño dorado del Ibex, del BCE, de Bruselas y de todos los grandes fondos de inversión, sino que un gobierno tricolor, inédito en la reciente Historia de España, podría poner en marcha un amplio programa reformista avalado por un gran consenso social, lo que, hasta ahora, no había ocurrido.
Sería el mejor valladar contra el desafío soberanista que está a punto de iniciar su última fase, con independencia a fecha fija y presidente títere investido gracias al voto de algún antisistema. La respuesta legal ante cualquier intento de subvertir el orden constitucional estaría de esa forma amparada por una mayoría política inapelable. Por otro lado, la conjunción de esfuerzos de esos tres partidos en Cataluña sería la mejor medicina contra la fiebre separatista.
El gobierno nacido de un pacto de ese tipo, teniendo en cuenta los equipos que conforman cada uno de los tres partidos, podría ser un auténtico dream team, algo que necesita nuestro país más que nunca.
España daría a Europa un ejemplo de cómo resolver un problema difícil con consenso. Sería, en efecto, el comienzo de una segunda Transición en la que se podría abordar sin miedo y a fondo la reforma de la Constitución de 1978.
Les digo más. Si a mí me dieran a elegir, yo me quedaría con esta fórmula antes que con cualquier otra, porque creo que sería la mejor manera de interpretar lo que han pedido las urnas: unidad, diálogo y reformas.
Pero, como todas las ensoñaciones, ésta tiene una dificultad para transformarse en realidad. Y la dificultad se llama Mariano Rajoy.
El presidente, que ha tenido el acierto de plantear ese pacto a socialistas y centristas, sabe que su oferta tiene truco. Sabe que el PSOE no va a aceptar en ningún caso entrar en un gobierno presidido por él, como el lunes quedó meridianamente claro en la resolución de su Comité Federal. Incluso es muy dudoso que Albert Rivera decidiera participar, aunque tal vez aceptaría abstenerse en la investidura del presidente de un hipotético gobierno PP/PSOE.
Si el ofrecimiento fuera completamente abierto, es decir, poniendo como única condición que el presidente fuera miembro del partido más votado, el PSOE tendría muy difícil negarse a dialogar. Ya no sería un ejecutivo del PP, ni tampoco presidido por Rajoy, con lo que se cumplirían dos de las premisas impuestas para la negociación por el máximo órgano de dirección socialista.
No habrían de convocarse nuevas elecciones y, por tanto, Pedro Sánchez se quitaría de encima –al menos momentáneamente– la presión de Susana Díaz y de su grupo de apoyo.
Para Ciudadanos, ésta sería una solución que cuadraría con el planteamiento que hizo Rivera tras las elecciones y que repitió tras la reunión mantenida en La Moncloa con el presidente.
Aunque en círculos del PP (y del Gobierno) se ha barajado a nivel de supuesto esa posibilidad y se han manejado algunos nombres alternativos, como el de Soraya Sáenz de Santamaría, Alfonso Alonso o incluso José Manuel Soria, el asunto no pasa de ser un divertimento navideño.
Pregunto a algunas personas cercanas a Rajoy sobre la posibilidad de que éste decidiera dar un paso atrás en aras a la consecución de ese gobierno de gran coalición y la respuesta clara, nítida y rotunda es: «NO».
Por ello, siendo realistas y aun no descartando nada, porque todo puede pasar, lo que sí se puede decir a día de hoy es que, si hay nuevas elecciones, Rajoy volverá a ser el cabeza de lista del PP.