EL MUNDO – 20/10/15 – VICTORIA PREGO
· El PSOE va a optar por ofrecer a los electores no un programa de gobierno para los próximos cuatro años, no, sino un proyecto de país para las siguientes generaciones. Lo que sucede es que eso es mucho más fácil de hacer porque permite eludir en buena parte la concreción que exige una propuesta precisa que se tendría que materializar de inmediato.
Por eso hay que desconfiar de los diseños de altos vuelos cuando se trata de la oferta de un partido que concurre a unas elecciones. Y lo que hay que exigirle es que la grandeza en los objetivos de cada uno de ellos se traduzca, a la hora de pedir el voto, en la más modesta pero más eficaz enumeración de medidas prácticas con las que se dispone a abordar los próximos tiempos. De eso se trata y de eso hay que discutir, no de los magnos ideales que deben conformar la ideología de cada quién, pero que no son los que nos van a sacar las castañas del fuego en la próxima legislatura.
Aunque hay una propuesta que los socialistas llevan esta vez, otra vez, elección tras elección, en su programa pero nunca acaban de rematar del todo: sus relaciones con la Iglesia católica y con la enseñanza de la religión, amén de la denuncia del Concordato del Estado español con la Santa Sede, otro clásico de los planteamientos nunca consumados.
Esta vez el PSOE propone sacar de la enseñanza, en términos absolutos, la asignatura de Religión. Pero no sólo de los colegios públicos, también de los privados, incluidos los religiosos. Y esta es harina de otro costal. Para empezar, porque para poder abordar una medida de esa envergadura tan drástica tienen que conseguir que la Santa Sede acepte que sus propios colegios aparten la enseñanza de la religión y la reduzcan al nivel del baloncesto o de las clases de baile. Impensable de todo punto que el Vaticano vaya a someterse a semejante pretensión, así que ya tenemos, o tendríamos, un conflicto muy serio entre el Gobierno socialista y las autoridades eclesiásticas. Por no hablar de la rebelión que sin duda se produciría entre los padres que llevan a sus hijos a colegios religiosos precisamente porque en ellos la enseñanza está presidida por un ambiente en el que la creencia en Dios está siempre presente.
Es decir, pensar que los jesuitas, por poner un ejemplo, van a aceptar expulsar el sentimiento religioso de sus aulas es una quimera y, con toda seguridad, un motivo de serios enfrentamientos entre una buena parte de la sociedad y ese posible Gobierno del PSOE. Pretender imponer la laicidad de la enseñanza en términos tan radicales, y tan irreales, como el PSOE se dispone a hacer en su programa electoral, puede quedar muy bien para los ideólogos de cámara del partido y puede atraer al elector próximo a Podemos, pero es un error mayúsculo que le va a privar de los votos de amplios sectores de la sociedad española.