Una vacante

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 10/12/15

· Si es que hay Gobierno, la principal incógnita de las elecciones es quién será jefe de la oposición. Nadie discute que el Partido Popular será el más votado; pero tampoco que su mayoría va a ser insuficiente. La pregunta es quién le dará los votos para que gobierne. No es probable que salgan de los nacionalistas ni que aun en ese caso fueran suficientes.

En el caso concreto de los nacionalistas catalanes, cuyo giro representa el único cambio real de la política española, ese apoyo es imposible. Los votos nacionalistas que completaban mayorías, especialmente significativos en la última legislatura de Felipe González y en la primera de José María Aznar, han sido globalmente nocivos para la democracia española. Pero nunca perjudicaban las aspiraciones del que los daba, porque ningún nacionalista ha aspirado al poder en España. Ahora la situación es distinta. Si Rajoy gana insuficientemente las elecciones puede aspirar a tener el apoyo explícito o implícito de Ciudadanos.

Pero hace tiempo (bueno, en realidad, semanas: la velocidad de la luz mediática curva los cuerpos) que C’s ha mutado su condición bisagra. Aspira al Gobierno. Una hipótesis más improbable es que los votos se los diera el Psoe: pero los socialistas siempre han aspirado al poder. Y un apoyo de Pedro Sánchez a Rajoy dejaría la oposición en manos de Pablo Iglesias. Los tres aspirantes (o los cuatro, contando a la vicepresidente) que la noche del lunes debatieron con Rajoy saben que no van a poder ser presidentes en la próxima legislatura.

Pero todos sus movimientos estarán destinados a garantizar esa posibilidad para la legislatura próxima. La situación realmente inédita en la política española, al menos en los términos en que ahora se plantea, es que el liderazgo de la oposición está vacante. Y es probable y preocupante, dada la crisis económica y la crisis de Estado provocada por la sedición nacionalista, que esa cuestión se imponga al principio de la gobernabilidad.

Albert Rivera es el que tiene mayores problemas. Se comprendería con dificultad que no facilitara el Gobierno de Rajoy. La condición de que el presidente se aparte, que ha insinuado, pretende que el ejercicio de la responsabilidad afecte lo menos posible a su liderazgo. Su negativa a entrar en el Gobierno obedece a lo mismo. Pero ahí falta sofisticación en el análisis y pesa demasiado la reciente sombra del británico Clegg. El Gobierno no es un mal lugar para construir liderazgos. El poder debilita enormemente al que no lo tiene. Y aún más al que, teniéndolo, se abstiene.

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 10/12/15