EL MUNDO 14/07/15 – ARCADI ESPADA
· Hace unos días Almódovar dio este titular a Vozpópuli: «No me queda una neurona para algo más que el rodaje». Se ha comprobado fatalmente. Almodóvar es la primera firma de un manifiesto titulado Mover ficha por la Unidad Popular, que enviaron ayer a los periódicos y a las masas hambrientas, y que está firmado por 121 intelectuales y chics. Entre ellos: Pilar Bardem, Coque Malla, El Gran Wyoming, Rosa María Mateo, Javier Mariscal o Isaac Rosa.
Esta es la frase que sigue al infinitivo radiofónico: «Los que nos dedicamos a la cultura somos muy conscientes del valor de lo simbólico y la importancia que tiene romper muros de pensamiento para crear nuevos espacios y nuevas fronteras». Todo pringa. Dedicarse a la cultura. El muy. El cero cociente. La preposición asesinada. La importancia que tiene romper muros para crear nuevos muros.
Otra frase: «Tomos [sic] somos conscientes de que este proceso [el de mover ficha, digamos] es enormemente complejo y requiere aprender rápidamente de la cambiante realidad.» El jodido semoviente redactor.
El texto tiene 495 palabras. Todas están infectadas, incluyendo las conjunciones copulativas. Hay momentos de gran comicidad: «…que supieron aunar lo mejor de todas y todos aquellos que trabajan por el cambio.» Hay erratas que demuestran que la redactora salió de casa sin ducharse: «… tomos somos conscientes». «… cuatro años más de desahucios, precaridad y desigualdad». «… una política diferente al servicios de la gente.» Sevicia. Bastarían estos ejemplos para demostrar hasta qué punto les importa la gente y su salud mental, y para definir desde el arranque el carácter despótico de su trato y de sus intenciones. Pero están, sobre todo, esos verbos ya francamente totalitarios: «… desalojar de La Moncloa a Mariano Rajoy», «…herramientas para que la ciudadanía tome las instituciones», «…cambiar este país y devolvérselo a la gente». Porque se lo ha robado la derecha a punta de pistola.
Alguien podría pensar que semejante escritura infrahumana supone un obstáculo definitivo al acceso a las ideas. Por suerte la atómica ausencia en el texto de cualquier rastro de vida inteligente elimina el problema de raíz.
La sintaxis no es nunca una anécdota. Y, desde luego, nunca en la política. Pero en este caso hay algo más. La evidencia de hasta qué punto esa escritura monstruosa trabaja por el desahucio y la desigualdad de los hombres a los que tan fatuamente pretende redimir.