EL CORREO 01/04/13
· El lehendakari afirma en el Aberri Eguna que Euskadi necesita un «nuevo estatus jurídico» para decidir «nuestro futuro en libertad».
El PNV aprovechó ayer el Aberri Eguna, una de las jornadas más simbólicas para el nacionalismo vasco, para volver a marcar distancias con la izquierda abertzale y con ETA, que la semana pasada vinculó su desarme a una negociación directa con el Gobierno de Mariano Rajoy y amenazó con «consecuencias negativas» después de que varios miembros de su dirección fuesen expulsados de Noruega, donde tenían pensado abrir una vía de diálogo con el Ejecutivo del PP. Para los dirigentes jeltzales, la pelota sigue en el tejado de la banda terrorista. «ETA sabe que tiene que terminar lo que empezó. No tiene otra alternativa. Es la deuda que tiene con la sociedad vasca. Cuanto antes lo asuma y lo aplique, mejor para todos», enfatizó Iñigo Urkullu en su primer discurso como lehendakari en el Día de la Patria Vasca. O lo que es lo mismo, que el cese definitivo de los atentados decretado en octubre de 2011 se transforme en su disolución final. Sin contrapartidas.
El PNV llegaba al Aberri de 2013 con la bicefalia recuperada. En las últimas tres ediciones, la formación jeltzale había vivido la inédita situación de afrontar la cita desde fuera de Ajuria Enea, con los socialistas en el poder. Los habituales discursos del lehendakari y del presidente del partido habían sido reducidos a una única intervención: la del máximo responsable del Euzkadi buru batzar. La última vez que un jefe del Ejecutivo autónomo se subió al estrado instalado en la Plaza Nueva de Bilbao para intervenir en un ‘Aberri’ del PNV fue en 2009, cuando Juan José Ibarretxe todavía era lehendakari pero ya se habían celebrado las elecciones y la llegada de Patxi López a Ajuria Enea era inminente. Cuatro años después se recuperaba el doble mensaje: el de Urkullu como lehendakari y el de Andoni Ortuzar como líder del partido.
Y el de ambos discurrió por la misma senda. Uno más institucional, otro más agresivo, en un habitual reparto de papeles en el que abordaron la situación económica de forma profusa, cargaron contra la izquierda abertzale y los socialistas y dejaron claro que los reproches que ETA había lanzado contra el PNV la semana pasada –la banda acusó a la formación jeltzale de hacer seguidismo del PP en materia antiterrorista– no han tenido demasiado efecto. Más bien al contrario, porque Urkullu y Ortuzar recordaron a la organización terrorista que la responsabilidad última es suya.
En tono optimista, el lehendakari se mostró convencido de que hay motivos para «la ilusión y la esperanza», y de que «estamos dejando atrás años de chantaje, de muerte, de desolación y tristeza». Una luz al final del túnel que, sin embargo, todavía puede oscurecerse ya que hay quien «se resiste, quien se quiere aferrar al pasado».
En medio de la polémica abierta por la negativa de ETA a proceder a su desarme o a su disolución de forma unilateral, Urkullu instó a los terroristas a «terminar lo que empezaron» porque «este pueblo no les va a permitir otra cosa». «Euskadi tiene derecho a un nuevo futuro de vida, de alegría y de convivencia. No nos lo van a frustrar», recalcó el lehendakari, quien echó la mirada atrás para recordar un pasado convulso: «Desde 1936 no hemos conocido la convivencia en paz. Ya es hora de cerrar las heridas de la violencia».
Más contundente aún estuvo Ortuzar, para quien la banda «puede y debe dar más pasos sin pedir nada a nadie sin contraprestaciones». Entre los gestos a los que ETA está obligada, el burukide citó el desarme, «la pedagogía hacia sus presos para que acepten el daño causado», la «reparación de las víctimas» y la «asunción de las reglas del juego democrático».
«Desde el acuerdo»
Los dirigentes jeltzales también dejaron claro que el escenario que se abre a pesar de las dificultades, el de una Euskadi sin violencia, debe servir para «alcanzar un acuerdo para un nuevo estatus». Se trata de una reclamación que el PNV y el propio Urkullu han mantenido en la sombra durante los últimos meses ante la gravedad de la crisis económica.
EL CORREO 01/04/13