Juan Carlos Girauta-ABC

  • Cataluña puede hacer diplomacia, pero Madrid no puede reunirse con intermediarios comerciales

Cualquier empresa explora acuerdos de importación o exportación y, si puede, los materializa. Los clubes de fútbol desarrollan estrategias internacionales que trascienden los negocios y se alzan a lo institucional. Argumento este que, por cierto, nos repetía semanalmente un catedrático de Relaciones Internacionales en los años ochenta para dar cobertura a los escarceos primeros de la Generalidad catalana con la diplomacia. El Ayuntamiento de Barcelona tenía abierta oficina en Sarajevo, con personal. Pero no se trata de eso.

No se trata de eso en absoluto. Se trata de poner ante el espejo de su incoherencia a los que ven normales las embajaditas ful de los separatas pero se rasgan las vestiduras por un contacto comercial de otra presidencia autonómica. Así, Cataluña puede hacer diplomacia (en realidad hace campaña permanente contra el prestigio de España) pero Madrid no puede reunirse con intermediarios comerciales. Y si lo hace, es nacionalismo, y aun separatismo. Ya se sabe que todos los animales son iguales, pero, con Orwell, algunos son más iguales que los demás.

Las paralelas gestiones valencianas han cogido con el pie cambiado a los socialistas cuando estaban en plena salivación y tenían escandalizados a los propios. Los demás, para su pesar, estamos vacunados contra esa demagogia obsesiva y barata. En los contactos madrileños se tanteó la posibilidad de una futura compra de vacunas rusas. ¿Y qué?

No hay ni rastro de ‘relaciones internacionales’, competencia cuya exclusividad estatal se pasa el secesionismo por el arco del triunfo día sí y día también con su red de sedes despampanantes, personal escrupulosamente nombrado a dedo y consejeros con tarjetas de ‘Minister of Foreign Affairs’. Pero ni rastro. Las comunidades no pueden tener embajadas ni decorados que las suplanten, ni pasaportes propios ni ninguna otra de esas fantasías del golpismo de comarcas.

Lo que sí pueden hacer, y vaya si lo hacen, es desplegar, por ejemplo, una red de oficinas dedicadas a favorecer el comercio exterior. Apoyo acaso discutible, pero legal, que se suma a los esfuerzos del ICEX en materia de internacionalización empresarial. Y si muchas de nuestras comunidades autónomas lo practican desde hace más de un cuarto de siglo, con más razón podrá la cabeza de una comunidad, su presidenta, reunirse a analizar, estudiar o preacordar, dentro de los límites del ordenamiento jurídico, una futura compra de vacunas rusas.

Ni siquiera parece que haya existido precontratación, una posibilidad que habría sido tan inatacable como lo es en el caso de Baviera: el perfeccionamiento del contrato se supedita al visto bueno comunitario, a la no concurrencia con compras europeas, y punto. La presidenta madrileña cumple con su obligación cuando realiza prospecciones, establece contactos o estudia condiciones para no llegar tan tarde a todo como Ursula von der Leyen.