Valkiria

ABC – 11/03/16 – DAVID GISTAU

· El PP no hará su renovación si percibe que le ordena hacerla el adversario. Por puro instinto defensivo, se encogerá.

Unapráctica habitual en las guerras de posición estable consiste en conminar al enemigo, mediante el lanzamiento de octavillas o el uso de la megafonía, a pasarse al otro bando o rendirse. Para ello, se le promete buen trato y el final de sus penalidades, comida caliente y tabaco, así como librarse de una matanza segura.

La penetración psicológica, pues de eso se trata, a menudo intenta agrietar la voluntad del soldado convenciéndolo de que sirve a un mal jefe y que haría mejor asesinándolo para mitigar así el sufrimiento de su propia gente. Ejemplo histórico de este último supuesto sería la Operación Valkiria de Stauffenberg, que, cuando triunfaban las armas alemanas, fue retratado saludando al mismo Führer contra el cual se conjuró cuando era inexorable la derrota.

Desde el debate de investidura, como ya mencionamos en la crónica de entonces, los aviones de Rivera sobrevuelan las posiciones del PP y arrojan octavillas que incitan a una Operación Valkiria contra Rajoy. Fíjense si a los posibles conjurados se les dispensaría buen trato, que la oferta consiste en salvarlos de la dispersión marianista y en incorporarlos al Eje del Bien cuyos cimientos quedaron establecidos en el acuerdo con el PSOE. El único precio a pagar es la presentación de una cabeza humana, después de lo cual todo será comida caliente y tabaco, salvo que Rivera luego se descuelgue diciendo lo mismo que Roma a los matadores de Viriato. Lo que Rivera pretende sembrar en las mentes del PP es que serían buenos vasallos de tener buen señor.

Pero que a éste han de liquidarlo ellos, ya que las urnas no terminaron de hacerlo al otorgarle con la victoria precaria una coartada de continuidad más convincente en realidad que los «históricos» noventa escaños que sirvieron a Schz para pasear por los cenáculos ínfulas presidenciales.

Esta Valkiria forma parte del anhelo en ciertos ámbitos más o menos periféricos del PP de que a Rajoy se le monte otro 2008, cuando en el Parlamento se te acercaban dirigentes para explicarte cuántos diputados tenían ya comprometidos con una sublevación. Dentro de mis escasas posibilidades, me he puesto a hacer prospecciones en ámbitos más cercanos al núcleo de poder marianista –¿al último búnker?– y de momento sólo me he encontrado una rocosa disposición a tenerle paciencia al líder.

Pese a las fatigas relacionadas con él y el escaso entusiasmo que despierta en el votante. Las octavillas provocaron el efecto contrario, pues crearon una cohesión interna contra lo que se percibe como estratagemas para la destrucción. El PP no hará su renovación si percibe que le ordena hacerla el adversario. Por puro instinto defensivo, se encogerá. Aun así, permaneceremos en atenta observación, por si acaso vemos acceder a alguna reunión de partido a un oficial tuerto cargando con un extraño maletín. En 2008 llegué a hablar con ese oficial, que luego se rajó y regresó a la fotografía del saludo. No le fue mal.

ABC – 11/03/16 – DAVID GISTAU