IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
Sin duda alguna, la noticia es buena. La Comisión Europea ha elevado su previsión de crecimiento del PIB para 2021 (5,6%) y 2022 (5,3%). No es poca cosa y son los guarismos más elevados de la UE. Lo malo es que ambos vienen detrás de una constatación negativa -en 2020 nuestro descenso fue también el mayor-, que rebaja mucho el entusiasmo. Y acompañados de un aviso preocupante acerca de las insolvencias empresariales que pueden aparecer en cuanto se retiren los actuales estímulos que mantienen sedado a ese enfermo que es la economía española de nuestros días.
En realidad, y para calibrar bien su impacto, debemos comparar todos los datos que aparezcan en este año con los de 2019 y 2020. Es decir, debemos enfrentarlos con la situación que teníamos antes de que apareciese la terrible pandemia que padecemos y no con uno de sus momentos álgidos, como fue el final del pasado ejercicio. Así visualizaremos mejor el daño que nos ha causado en el terreno económico. Por su parte, para el conjunto de los países de Europa y dado que el cierre de 2020 ha sido malo, pero mejor de lo esperado, la Comisión espera que los dos primeros trimestres sigan con su tónica negativa, pero permitan una recuperación que, a ellos sí, les conduzca a niveles anteriores al Covid.
En cualquier caso, ya ve que las cosas siguen complicadas. Ayer mismo, en estas páginas, los máximos responsables sindicales de UGT y CC OO expresaron su malestar con el Gobierno por no haber cumplido sus promesas. Pueden ponerse a la cola. Tienen razón, pero deben entender que los tiempos han cambiado tanto -en este terreno- que todo lo que se dijo antes de los contagios ha sido afectado, modulado o simplemente barrido por los efectos del confinamiento decretado para impedirlos. Ambos sindicatos salieron ayer a la calle para mostrar su disconformidad con los retrasos en la derogación de la reforma laboral, las pensiones, el salario mínimo, etc. Todo ello es importante, pero ha dejado de ser prioritario. Ahora ese lugar lo ocupa el sostenimiento de las empresas y el mantenimiento del empleo que generan. Siempre es buen momento para hablar de cómo podemos mejorar las condiciones del empleo, pero hoy en día, por cada minuto que empleemos en ello, debemos emplear treinta más en estudiar cómo evitamos que se destruya y cómo logramos que se cree.
La mejor prueba de que la ciudadanía ha entendido bien cuáles son las prioridades del momento es la escasa repercusión que tuvieron ayer las convocatorias sindicales. No le digo más que ni siquiera acudieron a ellas los representantes de Podemos, ese partido que es la facción antigubernamental dentro del propio Gobierno.