Jon Juaristi-ABC

  • Esto no puede ser bueno para nadie, ni siquiera para los monos

Ala vejez me vienen todas, como estaba cantado. Ahora, el artefacto canario de Sanidad, Calorinas Diarias (tercera pata del trípode oracular del sanchismo junto a Jezabel de Puertollano -la Sonrisa del Régimen- y a la profusa Montero, la Tostada), va y dice que la viruela del mono no es de transmisión sexual. Pues si se contagia a través del anís, lo tenemos chungo los de mi quinta, que no hemos salido todavía del solisombra posprandial ni de la paloma andaluza (Mono seco con agua, zumo de lima y hielo granizado, nuestra estupenda respuesta nacional al gimlet).

Para mí, que la viruela del mono es de transmisión sexual, pero que el Gobierno lo pone en cuestión porque le parece que admitirlo sería de derechas, como cuando salió lo del sida, que toda la izquierda decía que era un invento del Vaticano para terminar con la cultura gay.

O sea, que ahora también se mueve la conseja de menestras entre el negacionismo y la generalidad de Cataluña, a ver si nos convencen de que la expansión del virus de esta semana tiene que ver con el efecto aerosol y nos volvemos a poner todos la mascarilla, que el personal no la lleva ya ni en el metro y es un sindiós y un desmadre. Esto no puede ser bueno ni para los monos, que también las pasaron prostitutas (con perdón) cuando empezó lo del sida. Millones de ellos fueron exterminados en el Tercer Mundo, cual visones en Dinamarca, tras culpabilizarlos a todos, sin distinción de orden, género, familia ni especie, de haber desencadenado la catástrofe. Ahora la imputación es todavía más universal por epónima, y mucho me temo que van a pagar justos por pecadores (nunca mejor dicho, porque los monos no pecan ni siquiera cuando practican una sexualidad innegablemente perversa y polimorfa, como debía ser la de nuestros primeros padres antes de su bipedación y subsecuente conversión a la monogamia, según sostiene el poeta Daniel Rodríguez Rodero).

Hay que andarse con mucho ojo, doña Calorina, porque los monos se han vuelto casi tan extremamente quisquillosos como los rusos. Mire la que montaron en la India, hace no más cinco meses, asesinando a todos los primogénitos de los perros pastores del distrito de Beed, famoso por sus ovejas modorras. Incluso hay quien dice que la invasión de Ucrania se debe a que un gorila gris siberiano mordió a Putin en la tetilla izquierda, a causa de un transporte amoroso durante una orgia de espías y oligarcas en Irkust, inoculándole el virus de la rabia zombi, lo que explica que el presidente de la Federación Rusa ordenara pintar la Z en todos los tanques y aviones enviados a masacrar ucranianos y ucranianas, inspirándose quizás en su peli favorita, ‘World War Z’ (2013), de Mark Foster, que se hace pasar una y otra vez en la gigantesca pantalla de plasma de su dormitorio en el zoo de Moscú (donde parece que pernocta a menudo para no ser localizado por los drones de Zelenski o quién sabe por qué otros motivos inconfesables).