Y, además, el guirigay territorial

ALBERTO AYALA, EL CORREO 24/02/13

· Parece razonable revisar la arquitectura institucional vasca, pero no para cerrar el debate en falso.

Termina la semana de la victoria de Mariano Rajoy en el debate sobre el estado de la Nación. Victoria ciertamente pírrica. Porque el presidente se impuso en su duelo con el socialista Rubalcaba, pero su mensaje no ha penetrado en la opinión pública. Porque cuando aún no se habían apagado los ecos del pleno, volvía a ponerse de relieve que los secretos del corrupto Bárcenas –esta vez, su declaración notarial– hacen temblar los cimientos del PP. Y porque Europa nos arrojaba el viernes otro enorme jarro de agua fría: seguiremos en recesión, con el paro desbocado hasta el 27% y una deuda que alcanzará el 100% del PIB en 2014.

También ha sido otra semana complicada para la Monarquía. Iñaki Urdangarin volvió ayer de nuevo ante el juez, sin que, de momento, su esposa, la Infanta Cristina, haya movido ficha para que el ‘escándalo Nóos no dañe’ más a la institución. Sí lo hacía el primer secretario del PSC, Pere Navarro, para pedir al Rey que renuncie y ceda el trono al Príncipe de Asturias, para colosal enfado de la cúpula dirigente del PSOE.

Además, el viernes, una dirigente de la izquierda abertzale tradicional, la portavoz parlamentaria de EH Bildu Laura Mintegi, se sumaba por primera vez a un acto oficial de la Cámara vasca en memoria de víctimas de ETA. En concreto, del socialista Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díaz Elorza, asesinados por la banda terrorista hace trece años.

El gesto no parece en absoluto ajeno a la puesta de largo, ayer en Pamplona, de Sortu, la sigla que recoge el testigo de HB, EH y Batasuna. La democracia permite así a la izquierda abertzale tradicional volver a hacer política con siglas propias en el nuevo tiempo que abrió el adiós a las armas de ETA. Lástima que sus dirigentes siguen sin encontrar argumentos para entonar un ‘mea culpa’ mínimamente aceptable por cuatro décadas de persistencia en el trágico error de dar cobertura política y social al asesinato, unas veces indiscriminado otras selectivo, siempre repugnante e injustificable. Pero la semana ha dado para más. Para que hayamos asistido a otro salto adelante en la carrera de los presuntos agravios interterritoriales. Un banderín que los principales partidos agitan a conveniencia de forma cíclica, y en no pocas ocasiones sin excesiva coherencia. Jugando con un sentimiento ciudadano que habita en Álava desde hace décadas y que crece en Gipuzkoa.

Esta vez el fuego se ha iniciado a partir de dos chispazos. La decisión del Gobierno de Urkullu de aparcar dos proyectos largamente acariciados por Gipuzkoa, como son el puerto de Pasaia y el Metro de Donostia, y a dejar sin canon de capitalidad a Vitoria por los obligados recortes presupuestarios. También se han visto afectados importantes proyectos en Bizkaia, entre los que no figura el nuevo San Mamés. Tótem casi sagrado «Habría que reflexionar sobre las mejoras que necesita el modelo y cómo cubrir sus lagunas» para la clase política vizcaína que controla en este momento la vasca.

El segundo, la iniciativa socialista para arrebatar a los territorios históricos el monopolio en materia de fiscalidad, de manera que el Parlamento vasco pueda legislar en este terreno. La propuesta, de momento fallida, dirigida a propinar un primer gran bofetón político a Urkullu, recibía inmediata respuesta desde las filas del PNV. Si los socialistas quieren cambiar las reglas de juego de la autonomía, por qué no modificar también otro de los totems del modelo vasco: el que los tres territorios tengan igual número de parlamentarios en el Legislativo de Vitoria, 25, en lugar de los que les corresponderían por población (Bizkaia, 40; Gipuzkoa, 24; Álava, apenas 11).

El debate está sobre la mesa, de momento parece que solo en un plano retórico. Lo estará de verdad si, terminados los contactos que mantienen los partidos para ver si son capaces de aunar criterios para acometer una reforma fiscal, el PSE vuelve a plantear su propuesta en la Cámara vasca. López ya sabe cómo lograr que salga adelante: introducir un matiz menor que reclama EH Bildu y que solo lleve la firma del PSE para recabar el voto de UPyD.

Han pasado tres largas décadas desde la recuperación de las libertades democráticas. El PNV anuncia sin tapujos que aspira a lograr esta legislatura un nuevo estatus político que supere la Carta de Gernika. El PSOE ha recuperado su viejo discurso federalista. Y el sector más conservador del PP aboga por emprender un proceso recentralizador.

Profundidad y seriedad

En este contexto, y en el nuevo clima de ausencia de violencia, no parece descabellado plantearse echar una mirada a nuestra arquitectura institucional e, incluso, a nuestros símbolos. Pararse a reflexionar qué mejoras reclama el modelo y cubrir de una vez lagunas poco justificables.

Ahí se podría reflexionar sobre fiscalidad o sobre el 25-25-25. Verificar con datos si alaveses y guipuzcoanos tienen argumentos económicos para sentirse agraviados respecto a Bizkaia. Y si está justificado que Lakua abone a los vitorianos un canon de capitalidad, como reclaman.

También para terminar con la tomadura de pelo a los ayuntamientos y a Vitoria. A los primeros, dándoles de una vez por todas voz y voto en el reparto de los dineros públicos. A la segunda, acabando con ese mezquino discurso, compartido por políticos de diverso signo, por el que se le niega el título de capital vasca que sí reconocemos todos a Bilbao respecto de Bizkaia, a París de Francia o a Pekín respecto a China.

Ese es el debate realmente pendiente. Lo otro, juegos políticos cortoplacistas a erradicar.

ALBERTO AYALA, EL CORREO 24/02/13