Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 8/10/12
A Errichal
Albert Ohm es un presentador de la televisión catalana de riguroso consumo interno, que trascendió el día en que realizó una memorable entrevista al difunto Pepe Rubianes, en la que ambos, entrevistador y entrevistado, dieron lo mejor de sí mismos, ya saben: que se metan la puta España por los huevos y otras expresiones del mismo campo semántico y aledaños: que se la metan por el culo y les explote y les queden los huevos colgando del campanario, que se vayan a cagar a la playa, and so on.Albert Ohm es el muchacho que le ríe las gracias en la entrevista.
Pues bien, este chico escribió en una publicación catalanista llamada ‘Ara’ una carta de despedida a Albert Boadella que llevaba por título ‘Adeu, Albert’, que decía (original en catalán):
Adeu Boadella
Nadie hablará de mí cuando haya dejado Joglars. Podría ser el titulo de una película pero es exactamente lo que ha sucedido cuando has anunciado que abandonabas la compañía. Me imagino que para alguien que siempre ha buscado la notoriedad esta indiferencia debe ser muy dolorosa.
Un día de hace cinco años dijiste que te marchabas y que no querías saber nada más de los catalanes. Nosotros lo hemos respetado. Tú en cambio nos has ido recordando cada dos por tres que no volverías a pisar tierra catalana. No era necesario, Albert, ya lo habíamos entendido. Desde tu exilio madrileño has continuado hablando de Cataluña con un desprecio y un resentimiento que no es el nuestro y que ni tan solo nos molesta.
Quedan lejos los años que admirábamos tu personalidad ácrata y tu talento como autor teatral, los años que aplaudíamos y reíamos tus espectáculos y que seguíamos a Joglars por todas partes. Tu giro amargo de los últimos años ha ensombrecido aquella época dorada en que un grupo fantástico de actores a tus órdenes sacudisteis nuestros escenarios y nos descubristeis una forma apasionante de hacer teatro.
Teniendo en cuenta tu trayectoria quizás es injusto que el adiós a Joglars haya pasado tan desapercibido. Pero debes creer que en los últimos años nos hemos olvidado de ti. Como mucho te colocábamos en el mismo saco de Losantos, Monagos, Alamánes y compañía. Es verdad que durante mucho tiempo hemos encontrado un extraño placer masoquista reafirmándonos a través del insulto ajeno. Pero ahora eso se ha acabado. Gracias a Dios, ha llegado el momento que tantas estupideces dichas por gente tan distinta nos entran por una oreja y nos salen por la otra.
Me gustaría que no te hubieras marchado nunca y que ahora en casa pudiéramos tener una mosca cojonera y tal como hiciste con el pujolismo pudieras reír en este momento de tanta trascendencia histórica y de tanta supuesta unanimidad para emprender el camino de la transición nacional. Disponer de un Boadella también es en cierta medida una de las estructuras de estado que reclama el presidente Mas.
Pero para ser nuestro bufón no tenias que haber abandonado la corte. Con todo el derecho del mundo escogiste otro camino: cambiar de palacio y hacer que allí te rieran las gracias dirigiendo tus dardos contra tu antigua corte y eso me parece que no tiene el mismo valor. Ni personal ni artístico.
Ramon Fontserè, discípulo tuyo y actor colosal, es el nuevo director. Me alegro mucho por él, por los que trabajan en la compañía y por toda la gente que le gusta el teatro. Espero que encuentre su camino y se encuentre vida en Joglars después de 50 años de Albert Boadella.
Om pudo haber tenido suerte y topar con la soberbia intelectual de Boadella, que le desaconsejara cartearse con mindundis. No la tuvo y su interpelado le replicó con aquel estilo que ya había empleado con Jordi Pujol, cuando rechazó la Creu de Sant Jordi que le concedió el tripartito en 2004, en su Manifiesto de un traidor a la patria en 2004.
Lean a continuación la carta de respuesta a su tocayo. Es verdad que dan ganas de afearle el lance por la pequeñez del adversario. Boadella, abusón. Con todo hay algo muy sorprendente en este intercambio epistolar que ya veníamos notando en estos últimos hervores del nacionalismo catalán: su falta absoluta de sentido del ridículo:
Estimado ex paciente Albert Om,
En primer lugar le pido excusas por la tardanza en contestar su carta pues mi trabajo actual se halla algo alejado del día a día psicoterapéutico que tantos años me tocó ejercer en su comunidad de pacientes. Mis actuales conciudadanos no requieren este tipo de servicios por lo que mi labor se halla actualmente en otros terrenos al margen de la frenopatía. Como es publico y notorio, tuve que alejarme de su comunidad de internos pues el aumento de patologías étnicas era de tal magnitud que entrañaba ya riesgo de contagio para los facultativos escénicos que, como es mi caso, llevábamos tantos años ejerciendo en la comunidad regional de afectados. No obstante, puede usted dirigirse a mí siempre que lo considere oportuno sin necesidad de hacerlo públicamente en el boletín oficial de los internos que ahora denominan Ara.
Una vez analizados los términos y argumentos de su carta, debo confesarle que observo con pesar la poca incidencia que obtuvieron mis métodos terapéuticos en su persona y por consiguiente, en el conjunto de pacientes regionales. Admito humildemente el fracaso aunque también es cierto que tratándose de brotes epidemiológicos de esta naturaleza solo es posible un tratamiento de choque que pueda impedir a tiempo el contagio general. Resulta obvio que ante semejante propagación de la enfermedad ya solo es posible el autoaislamiento que ustedes con términos menos científicos llaman autodeterminación.
Sin embargo, permítame que le exprese mis inquietudes ante esta nueva evolución de la patología colectiva, la cual los especialistas tenemos clasificada dentro de las nostalgias tribales y cuya consecuencia inmediata es la finem realitas lo que en términos comunes significa: disminución aguda del sentido del ridículo. Dado que la sintomatología de la enfermedad siempre se ha manifestado como paranoia crónica sobre la comunidad vecinal que les rodea (españoles) es fácil deducir que una vez llegados a la fase de autoaislamiento, y desaparecida ya cualquier relación con el sujeto provocador de la patología, el brote paranoico no solo no cese (que para eso es paranoico) sino que concentre toda su virulencia entre el propio colectivo de internos. Este futuro cuadro clínico augura un panorama muy inquietante por la violencia que ello supondría entre la propia comunidad de pacientes en caso de no reaccionar positivamente al régimen de autoaislamiento regional. El cuadro clínico resultante podría conducir a la intervención de un equipo internacional de celadores para erradicar la virulencia y belicosidad en las relaciones entre internos, tal como ha sucedido en otras comunidades contaminadas por epidemias de esta naturaleza.
También me veo obligado a comunicarle que la hipotética desaparición de la paranoia compulsiva entre los afectados no significa el restablecimiento definitivo de la salud mental ya que pueden derivarse daños colaterales en el terreno de la depresión. Eliminada la tensión paranoica colectiva, es previsible que el vacio generado por una dolencia étnica que lleva más de un siglo instalada, provoque una caída radical de la serotonina y los consiguientes trastornos bipolares. En lenguaje común sería como una depresión post parto. En este sentido, me permito aconsejarle, estimado ex paciente, que dadas sus buenas relaciones con el interno Mas, representante del colectivo autogestionario de afectados, adquieran urgentemente un abastecimiento masivo de Prozac para hacer frente al abatimiento, frustración o posibles impulsos suicidas que puede desencadenar en la comunidad autoaislada un cambio tan radical en los episodios psicóticos.
Le deseo a usted y a todos los internos una pronta recuperación pues su curación también representaría mi retorno profesional que tanto parece desear, pero esta vez, sin correr riesgo alguno de contagio.
Reciba un cordial saludo y el deseo de un pronto restablecimiento de su salud,
Albert Boadella
Terapeuta público
Ps. En su carta hace usted una mención que considero poco adecuada referente al colega Don Jiménez Losantos. Debo recordarle que se trata de un eminente terapeuta que trabajó en momentos difíciles durante los inicios de la epidemia y que ustedes los pacientes, no solo no agradecieron su desinteresada colaboración sino que despreciando todo tratamiento preventivo, lo ataron a un árbol y le pegaron un tiro en la rodilla. Es comprensible que este facultativo desplazara posteriormente su labor a otro lugar más oxigenado y menos afectado por esta clase de dolencias.
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 8/10/12