IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
En España tenemos un problema grave de paro y dentro de él, uno pavoroso de paro juvenil, con más del 40% de la población concernida que no encuentra el trabajo que desea. Además de ello, el poco trabajo que existe es, según afirman los sindicatos y el propio Gobierno, de baja calidad, está mal pagado, no permite la conciliación y es poco seguro y estable. Todo ello es cierto, aunque todos esos calificativos nos obligan a determinar con quién nos comparamos. Sin duda alguna si es con nuestros deseos, la descripción no puede ser más acertada.
El problema es grave, además de persistente, y sin embargo la solución no puede ser más sencilla. Basta con crear empleos abundantes en cantidad y de una calidad tan excelente que permita remuneraciones elevadas y estabilidades duraderas. Vale, pues una vez que sabemos con precisión lo que necesitamos basta con identificar quién crea dichos empleos. Me da que esto es ya un poco más complejo. Esta semana, la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, henchida de buenos deseos, ha tirado por la calle del medio y sin pactarlo con los agentes sociales ha anunciado que en el futuro, cuando se apruebe la reforma y la norma entre en vigor, ningún empresario podrá contratar de manera temporal en duraciones superiores a los 12 meses.
La ministra podrá decidir como deben ser los empleos que se creen, pero no tiene poder para obligar a nadie a crearlos
Para calibrar la decisión y calcular sus consecuencias deberíamos hacernos unas preguntas. ¿Por qué razón tenemos tan poco empleo en este país, una lacra que nos acompaña con diferentes intensidades pero en todas las fases del ciclo económico, tanto en las bonanzas como en las crisis? ¿Cuál es la razón que explica el hecho evidente del exceso de temporalidad de nuestro mercado laboral? Para responder a la primera pregunta lo mejor es acudir a Sir Winston Churchill (ese gran hombre se debió pasar la vida diciendo frases ingeniosas…) cuando aseguraba que: ‘Muchos ven al empresario como el lobo al que hay que abatir, otros como a la vaca que hay que ordeñar y muy pocos como el caballo que tira del carro’. Pues eso, en nuestro país hay muchos de los primeros, bastantes de los segundos -los gobiernos están a ‘petar’ de estos- y demasiado pocos de los terceros. Seguimos pensando que existe alguien que tiene la obligación de crear el puesto de trabajo que yo tengo derecho a ocupar. Y claro, eso no funciona así. Yolanda Díaz podrá decidir como deben ser los puestos de trabajo que se creen, pero no tiene poder suficiente para obligar a nadie a crear un solo puesto de trabajo. ¡Qué faena!
Un fantasma recorre el mundo
Parafraseando al ‘Manifiesto Comunista’ podríamos decir: ‘Un fantasma recorre el mundo: la inflación’. Llevamos muchos años viviendo en medio de la estabilidad de precios. Una situación confortable porque evita tensiones en los costes y en los precios y permite calcular con mayor precisión la evolución futura. Además de que abarata sensiblemente el coste de la financiación, el de la privada y el de la pública.
Ahora aparecen tensiones en los precios de un tamaño preocupante. El IPC de mayo en EE UU ha sorprendido a todos los analistas al dispararse hasta el 5% desde el 4,2% anterior. Un ritmo excesivo. Hay dudas sobre si se trata de algo puntual o si será duradero. La diferencia es muy importante. Si se consolida la tendencia los efectos serían graves. Presionarían los costes, en especial los laborales y también los de las materias primas si la demanda mundial se recupera con vigor, y provocaría un terremoto en las cuentas públicas. Por el lado de los sueldos de los empleados del Estado, por el de las pensiones y por el coste de la deuda. La renta fija sufriría y la variable temblaría.
Para que se haga una idea, le recuerdo que el coste que pagamos por colocar la deuda que emitimos ha bajado progresivamente en las dos últimas décadas. Si en 2001 era del 5,7%, en diciembre de 2020 fue del 1,856. No piense en que pueda subir cuatro puntos más, pues eso no pasará. Hablamos de medias y estas arrastran el peso de la ya emitida a tipos menores, pero recuerde que debemos más de 1,3 billones y que cada punto de subida del interés medio nos costaría 13.000 millones. ¿De dónde los sacaremos? ¿A quién recortaremos? ¿Qué ajustes aplicaremos? ¿Cuántos ministerios cerraremos?