Juan Carlos Girauta-ABC

  • No se había visto todavía a un ministro zascandileando en contra de un importante sector productivo del país que gobierna

Que un ‘lobbista’ barra para casa es lo suyo. El problema con el cabildeo es saber qué casa es esa y con qué escoba barre. Es lógico que los sectores industriales se organicen en grupos de presión en defensa de sus intereses. Y además es lícito si su escoba no está trucada. Italia se esforzó en sembrar sospechas sobre el jamón ibérico para frenar su entrada en EE.UU. E impidió que su jamoncito de tres al cuarto tuviera que competir con tan sano y delicioso manjar. Así que hay ‘lobbyings’ y ‘lobbyings’. Una cosa es contarle a legisladores, agencias de alimentación y prensa lo rico que está el ‘prosciutto’ y otra muy distinta difundir la especie de que el jamón de España viene con peste porcina.

El ‘lobbismo’ respetable ayuda a legisladores y público a formarse una opinión informada. El ‘lobbismo’ sucio alimenta prejuicios con infundios para pervertir la libre competencia. Los aranceles son obstáculos porque obligan a competir a precios más altos, pero eso puede sortearse con inteligencia y un buen ‘marketing’. Las barreras no arancelarias son mortales porque las autoridades pueden prohibirte el comercio en el mercado sujeto a su regulación. La FDA es la principal arma del proteccionismo estadounidense, y subrayo más la efe de ‘food’ que la de ‘drugs’.

Incluso cuando las agencias oficiales no atienden al cabildeo sucio (zascandileo encajaría mejor), es enorme el daño que pueden ocasionar a un sector o empresa propagando rumores. Existen técnicas para ello muy anteriores a las redes sociales y a internet. En el PSC las conocen bien. Una de esas técnicas se aplicó contra una marca de cerveza extranjera que triunfaba en los Estados Unidos. De repente todo el mundo decía que los mexicanos se meaban en ella.

Existe un ‘lobby’ anticarne porque un puñado de empresas han desarrollado, y siguen desarrollando, alimentos de sustitución basados en proteínas vegetales, aunque conservando los nombres y formas propios de los productos cárnicos. También hay una voluntad política, y magnates muy influyentes que se quieren filántropos y que están empeñados en practicar una nueva ingeniería social. Una que no dirigen los poderes políticos institucionales, sean nacionales o internacionales, sino unos pocos individuos privados con suficientes recursos para poner a las instituciones a seguir sus dictados. Sería más creíble Bill Gates («las naciones ricas deberían pasar a la carne 100% sintética») si además de argüir que trata de «evitar un desastre climático» no hubiera invertido en varias empresas de carne sintética y si no fuera, con su esposa, el mayor propietario de tierras agrícolas de EE.UU. O sea, que hay ‘lobbistas’, hay zascandiles y hay otra cosa, nueva y autoritaria, en busca de nombre. Lo que no se había visto todavía es a un ministro cabildeando y zascandileando en contra de un importante sector productivo del país que gobierna. Hay que ser tonto con balcones a la playa.