EL CONFIDENCIAL 30/06/15
NACHO CARDERO
· Mientras la presidenta del Parlament hace apología del soberanismo ante un grupo de niños de Primaria, el empresariado catalán sigue protestando en silencio. Como si padeciera de hemorroides
Es el consejero delegado de una gran empresa en Cataluña y ha puesto pies en polvorosa: “Decidí irme de Barcelona cuando vino mi hija pequeña y me preguntó si era verdad que los españoles estábamos robando a los catalanes”. El empresario explica que, cuando quiso darse cuenta de la situación, ya era tarde, ya estaba dentro de esa atmósfera tóxica y densa con la que el proceso soberanista ha envuelto Cataluña, un ambiente insano con el que te acostumbras a convivir si te crías pegando patadas al balón en El Raval, “pero que a los que llegamos de fuera nos parece un infierno”.
“Si quieres que tus hijos aprendan inglés, los llevas al británico; si optas por el francés, los matriculas en el liceo; alemán, al colegio alemán, pero si quieres que aprendan castellano no sabes dónde llevarlos”, se queja. “No quiero que mis hijos crezcan en esta Cataluña”.
La gota malaya del independentismo lo embarra todo, desde los programas prime time de la TV3 hasta la educación de los más pequeños, de tal forma que un día, cuando quieres darte cuenta, te encuentras con que tu niño de siete años habla igual que Pilar Rahola. Tenemos el paradigmático caso de los diputados catalanes, que después de muchos años en el Parlament empiezan a inventarse la historia y a hablar raro, una especie de lengua élfica. Es lo que le sucede a Núria de Gispert en este vídeo, donde la presidenta de las Cortes -que ayer se dio de baja en Unió abducida por el secesionismo- se vale de su cargo y de la institución que representa para adoctrinar a unos niños de Primaria.
Se vayan o se queden, a los empresarios no les llega la camisa al cuello. La proximidad del 27-S y el ‘arcano podemita’ que se ha apoderado del consistorio barcelonés embarga al mundo del dinero catalán con una sensación de incertidumbre como jamás antes habían experimentado, una sensación de fin de etapa. Hay nervios y miedo. Las reuniones y conciliábulos se suceden a diario. Pero mientras De Gispert se vale del ágora pública del Parlament para hacer apología del procés ante las futuras generaciones, el empresariado protesta en silencio. Como si padeciera de hemorroides.
La ‘inteligencia catalana’ (historiadores, pensadores, etcétera) se ha venido reuniendo en las últimas semanas en los CaixaForum de Madrid y Barcelona, a puerta cerrada y a petición de los gerifaltes del parné, para analizar el pasado, presente y futuro de aquel alambicado territorio. Los empresarios los han congregado en secreto y les han puesto una pluma en la mano para que, cual monjes amanuenses, dejen constancia de la realidad de Cataluña antes de que la Generalitat y los medios afines terminen por desvirtuarla y ya no la salve ni un milagro de la Virgen de Montserrat. Todo ello para esquivar el proceso de lobotomización institucional.
Cataluña supone el 16% de la población de España con 7,5 millones de habitantes, el 20% del PIB con 193.000 millones, el 25% de las exportaciones con 59.000 millones y el 19% del tejido empresarial con más de 450.000 pymes. Cataluña necesita a España tanto o más que España necesita a Cataluña, y los empresarios, conscientes de ello, tratan de levantar unos puentes que no existen, que han volado por los aires por, entre otros factores, la pusilanimidad de los que ahora pretenden arreglar la cosa.
La gran empresa catalana carece de ascendente sobre la Generalitat. No hay empatía. El presidente de Foment, Joaquim Gay de Montellà, tampoco se habla con el nuevo Ayuntamiento de Barcelona. Sólo Josep González, responsable de la otra patronal catalana, la de la pequeña y mediana empresa (Pimec), mantiene algún hilo directo con la alcaldesa Colau.
Después de saberse los resultados del sondeo de El Periódico, los grandes partidos han comenzado a repartir ataúdes. La principal conclusión que se puede extraer de las cifras publicadas recientemente es que las elecciones del 27-S no van a ser un combate entre fuerzas de izquierdas y de derechas, tampoco entre soberanistas y no soberanistas, como trata de reivindicar Artur Mas. El 27-S se moverá entre aquellos que apoyan a una menguante clase política catalana frente a los que están hasta los mismísimos de ella.
La encuesta da entre 33 y 35 diputados a la lista del president. La debacle será histórica. Mas viene de 62 diputados. Ahora cuenta con cincuenta. Decía que salvaría los papeles si se quedaba en 40. Luego se habló de 35. Ahora dice que le basta con ser primero, aunque sea por un voto. Y tal vez ni eso. Cada vez se muestra más laxo con sus exigencias, quizá sabedor de que, salgan los resultados que salgan, se las ingeniará para propagar la idea fuerza de que el procés ha triunfado, de que los catalanes han votado por la independencia.
Es el habitual juego de camuflaje al que nos tiene acostumbrados. Hay quienes venden el independentismo como otros venden su cuerpo en Las Ramblas: proporcionan al cliente la ilusión del amor, lo satisfacen, lo alivian, pero luego, como recuerda Bonet, le niegan la boca.
Sondeo Elecciones en Cataluña de Gesop para El Periódico.
Mayor desastre que el de CiU es el del PSC, que pasa de Maragall a la nada con 8-9 diputados, un hundimiento que empezó a fraguarse el día en el que los socialistas abandonaron el municipalismo y se echaron en brazos de Pujol. A la lideresa del Partido Popular en Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, le sucede tres cuartos de lo mismo: se encamó con Artur Mas a principios de legislatura y los sondeos apenas le dan ahora 6-7 diputados. En el próximo Congreso tendrá que dar el relevo a una de las nuevas caras del PPC, bien a Andrea Levy, protegida de Moragas, bien a Alejandro Fernández, candidato de las bases.
Ciudadanos sale bien parado en las previsiones, pero con un resultado que podría haber sido mucho mejor si en vez de Arrimadas se hubiera presentado Huracán Rivera. Los votos que Ciudadanos roba a UPyD en el conjunto de España, en Cataluña se los roba principalmente al PP.
Y luego está Catalunya en Comú, la gran sorpresa del 27-S, sobre todo porque no existe, es algo no formalizado, que puede ser pero que todavía no es. La sitúan en empate técnico con la lista del president. Así las cosas, podría darse la circunstancia de que ganara una formación que no se sabe qué es, pero que canaliza el hartazgo de la sociedad civil.
La independencia, en definitiva, no está en la mente de los catalanes. No es una de sus prioridades. Han sido tres años agotadores y los catalanes, como el resto de españoles, están hartos y cansados.