IGNACIO CAMACHO – ABC – 14/12/15
· Rivera e Iglesias pueden salir vencedores de un debate al que asistirán en el papel que mejor desempeñan: el de tertulianos.
Es su última oportunidad. Con Susana Díaz y los barones territoriales gestionando ya el 21-D y discutiendo si Pedro Sánchez debe dimitir o no en la misma noche de las elecciones, el candidato socialista afronta el debate de hoy como el examen decisivo de sus propias posibilidades.
Emparedado entre Podemos y Ciudadanos, que le raspan votos en la recta final, el cara a cara con Rajoy le ofrece la oportunidad de emerger como alternativa al PP ante el electorado indeciso. De hecho ésa era la intención del presidente al aceptar el formato convencional del duelo entre el jefe del Gobierno y el de la oposición: reforzar, con un explícito ninguneo de las nuevas fuerzas, el concepto renqueante de la hegemonía del bipartidismo.
Rajoy necesita a Sánchez vivo. No tanto como para discutirle la primacía, pero sí lo bastante para evitar que Albert Rivera reclame para él mismo la Presidencia desde un eventual segundo puesto. PP y PSOE son dos rivales unidos por la amenaza de los emergentes y por su propio desgaste como partidos estructurales de un sistema con claros síntomas de agotamiento. En cierto modo el debate entre ellos trata de apuntalarlos mutuamente, pero sus intereses comunes acaban ahí; fuera de ese ámbito de relativa solidaridad bipartidista no ha lugar al pasteleo.
El presidente, con ventaja clara aunque insuficiente en las encuestas, podría permitirse el arriesgado lujo de jugar al empate o al menos a un combate de guante blanco; su adversario en cambio no tiene opción para nada que no sea la victoria por K.O. Saldrá en tromba. Debe seducir a los posibles votantes de Podemos, disuadir a los de Ciudadanos y convencer a los suyos de que merece confianza. Aunque será difícil que alcance impulso para disputar el triunfo en las urnas, se juega el margen de continuidad en su partido. Si fracasa, el susanismo y sus aliados internos afilarán las navajas cabriteras para apuñalarlo en cuanto acabe el recuento del domingo.
El papel de Rajoy es delicado. Una actuación floja, perezosa o poco convincente empujará a muchos de sus antiguos electores hacia Ciudadanos. Y un vapuleo a Sánchez –improbable, porque el Gobierno tiene demasiados flancos indefendibles– daría igualmente alas a los nuevos partidos. En realidad, Rivera e Iglesias pueden ser los auténticos triunfadores de un encuentro al que no asistirán, como el propio Rajoy lo fue de la noche en que dejó su atril vacío. Ambos ejercerán el papel en que se sienten más cómodos, el que les ha catapultado en el último año: el de tertulianos.
Líderes de plató, reyes del candidatos catódicos que enjuiciarán a los contendientes desde una displicente distancia crítica. Eso es lo que el debate oficial no podrá tapar; la evidencia de que esta vez existe una realidad paralela en la que habitan rivales que, despreciados como litigantes, tendrán manos libres para ejercer de comentaristas.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 14/12/15