IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

No es necesario ser un malvado para suponer que el BCE se temía el repunte de la inflación que vemos en las últimas semanas, tanto en los EE UU, 5,4%, como en España, 2,7%. Si antes el objetivo era ‘algo de inflación, pero poca inflación y nunca superior al 2%’, parece que ahora el lema es algo así como: ‘si la inflación se desmanda un poco y supera ese límite, no pasa nada, porque si paramos la máquina de fabricar dinero en cantidades hipopotámicas, hay que reducir el gasto y eso pone en peligro la estabilidad de los gobiernos, porque la gente está acostumbrada a que sus deseos se conviertan en derechos inalienables en el mismo momento en que aparecen’.

Y hay más. Si nos angustiamos con la inflación, deberemos subir los tipos y eso pondría a los estados hiperendeudados (piense en nosotros, pero hay bastantes más) al borde la quiebra, al no poder soportar la carga que supondría la deuda. Le pongo un ejemplo. En 2011 pagábamos por el servicio de la deuda 22.000 millones de euros al año, cuando el tipo que pagábamos era algo superior al 4%. Hoy debemos muchísimo más que entonces, pero pagamos prácticamente lo mismo gracias a que los tipos se han derrumbado hasta entrar en terreno negativo.

Por eso, el hiperendeudamiento coincide con nuevos planes ingentes de ayudas públicas. La fiesta no para y no lo hace en ningún lugar. En los Estados Unidos, los demócratas impulsan en el Senado un programa de 3,5 billones de dólares para luchar contra la pobreza y el cambio climático, fortalecer la sanidad pública para la tercera edad, las infraestructuras, etc. Se quedan lejos de los seis billones que pedía el ala más izquierdista del partido, pero cerca de los cuatro que proponía Joe Biden. Cuentan con el apoyo del presidente del comité de presupuestos, Bernie Sanders, que es un enamorado del gasto, así que el éxito de la tramitación esta garantizado.

A los billones americanos habría que añadir, entre otras cosas, los 750.000 millones de euros del programa europeo Nex Generation. Y todo ello sucede en medio de políticas presupuestarias en constante déficit. Si alguna vez existieron los famosos ‘halcones’ vigías de la ortodoxia, no hay duda de que se han quedado en el nido. Las ‘palomas’ adoradoras del gasto oscurecen el cielo, por su gran número y su intensa actividad.

Vivimos tiempos en los que distinguimos con nitidez todas las necesidades sociales y escuchamos con atención todas las demandas de satisfacción. Pero hemos disociado su pago de su coste. No sé cuando terminará la fiesta, pero me temo que esto es insostenible durante mucho tiempo más y el día que se pare, el estallido de rabia e impotencia se va a oír en la galaxia de la Nube de Magallanes. Y mientras, la inflación amenaza en el horizonte. ¿Preocupación? Al parecer, ninguna.