IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

El acuerdo del G-7 que prevé imponer un tipo mínimo en el Impuesto sobre Sociedades que grava a las grandes multinacionales y preparar la eliminación de los paraísos fiscales se merece con creces el calificativo de histórico. Pero le propongo que pospongamos la entrega del título a que se materialice, ya que de momento es poco más que un acuerdo de intenciones que requerirá de mucho desarrollo posterior y de un complejo proceso de aprobación por parte de los gobiernos y de los parlamentos nacionales. La idea es estupenda. Los paraísos fiscales suponen una distorsión manifiesta del buen orden mundial del tráfico mercantil, y sobre todo del financiero. A la vez que ensombrece un montón de operaciones, no siempre pero a veces sí, hasta delictivas. Por eso nunca ha sido fácil entender las razones por las que algunos países, de la importancia y el tamaño de Alemania, no hayan querido nunca meterse en este jardín.

No dudo de las intenciones del G-7 ni de la oportunidad de las medidas propuestas, pero esta es una buena oportunidad de aplicar el criterio de Santo Tomás y ver para creer. ¿Por qué razón? Pues porque el acuerdo requiere de mucha cocina. En primer lugar, gravar con un 15% los beneficios alcanzados por las multinacionales tecnológicas no es ningún castigo, cuando ese tipo se sitúa muy por debajo de los habituales que soportan las sociedades anónimas ‘normales’. El problema surge a la hora de armonizar y delimitar las bases imponibles de unos negocios y unas actividades manifiestamente etéreas. El principio general de pagar allí donde se realiza la actividad está muy bien, pero pregúntese un poco cómo se hace eso y sudará tinta para abarcar toda la casuística al respecto.

Y, más aún, en el asunto de los paraísos fiscales el acuerdo solo será eficaz si es general. Es decir, si compromete a la inmensa mayoría de los países, al menos de los países que cuentan en el tráfico comercial mundial y en las transferencias financieras. Si no, si alguien se sale de la norma, el agujero será utilizado por otros muchos que se aprovecharán de ello y desvirtuarán la medida. Por eso el acuerdo tiene que ir acompañado de sanciones a los que se lo salten. El boicot comercial que aplican los Estados Unidos a países como Irán, Venezuela o Cuba, puede dar pistas sobre lo que hay que hacer y lo que es necesario evitar para conseguir los fines anunciados. Por eso debemos alegrarnos por este primer paso y mantenernos expectantes ante los que han de venir a fin de convertir las buenas intenciones en realidades concretas.