Año multielectoral y cambios políticos

EL CORREO 17/02/15
ANDONI PÉREZ AYALA PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL EN LA UPV/EHU

· La transformación afectará incluso a las nacionalidades que tienen un sistema de partidos propio y diferenciado, particularmente Cataluña y Euskadi

Con la convocatoria por la presidenta de la Junta de Andalucía de elecciones anticipadas en esta Comunidad Autónoma el próximo 22 de marzo, a añadir a las elecciones anunciadas dos semanas antes por el president de la Generalitat para Cataluña (también anticipadas aunque en este caso diferidas a más de ocho meses de su anuncio, lo que resulta bastante insólito) se completa el calendario multielectoral del presente año, que ya contaba con la previsión de elecciones municipales en mayo y de las generales en noviembre. Como puede verse, se trata de un año electoral particularmente intenso, que da continuidad al ciclo iniciado con las europeas hace unos meses y que, en para el País Vasco, finalizará con las elecciones autonómicas el próximo año.

Pero además de la acumulación de convocatorias electorales durante este año (a lo que hay que agregar el dato de que las autonómicas anticipadas de Cataluña y de Andalucía se hacen en las dos comunidades autónomas de mayor población, que conjuntamente suman más de un tercio del electorado español), es preciso llamar la atención sobre las características específicas que presenta este intenso año multielectoral; especialmente por lo que se refiere a las expectativas de cambio en el mapa político que últimamente vienen abriéndose paso, cada vez con más fuerza, entre nosotros. Y no se trata solo, en esta ocasión, de las referidas a las oscilaciones en el número de votos que cosecha cada partido en las distintas elecciones sino de cambios sustanciales en la estructura del sistema de partidos, con la aparición de nuevas formaciones políticas y alteraciones significativas en la correlación de fuerzas entre las ya existentes (y en relación con las nuevas).

En este sentido, y a juzgar por los pronósticos que vienen avanzando todas las encuestas que se están realizando desde el inicio de este curso, puede afirmarse que nos hallamos en el umbral de los cambios más importantes en el mapa político desde que éste se conformó, tras la Transición, con las características que ha tenido a lo largo de las tres últimas décadas y media. Cambios y transformaciones del sistema de partidos que no se reducen a la irrupción del fenómeno Podemos, por más que su impacto mediático eclipse otros factores del proceso, sino que afecta de forma decisiva a la estructura del bipartidismo PP/PSOE, dominante durante todos estos años y que podría estar cediendo terreno para dar paso a otras estructuras del sistema de partidos aún por definir pero que probablemente se gesten en el ciclo electoral que va a desarrollarse este año.

Interesa reseñar asimismo que los cambios afectan a todas las formaciones políticas, si bien en distinta medida según los casos, y que se extienden a la totalidad de las comunidades autónomas; incluidas también las nacionalidades que tienen un sistema de partidos propio y diferenciado –particularmente Cataluña y Euskadi– que, en principio, parecería que podían ser más inmunes a los cambios producidos en el sistema de partidos español en su conjunto. Lo que no deja de ser un dato que, a la espera de su confirmación y de la forma como se materialice en las próximas citas electorales, conviene tener en cuenta para poder calibrar mejor el alcance de los cambios en curso en nuestro mapa político.

Hay que tener presente que los cambios en el mapa político no afectan solo a los partidos que lo conforman sino que extienden sus efectos al conjunto del sistema político e institucional ya que éste, en especial en el modelo del ‘Estado de partidos’ que tenemos, desarrolla su actividad a través de estas formaciones políticas; y ello no solo en las instancias institucionales en las que intervienen directamente –Parlamento, Gobierno– sino también en cualquiera otras, incluidas las de carácter jurisdiccional que, en principio, han de mantener una posición de independencia ante cualquier interferencia política; lo que a pesar de todo no impide, como muestran los hechos, que tanto en la composición como en las actuaciones de los órganos decisivos –Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Supremo– se deje sentir el influjo de los partidos políticos.

A diferencia de los ciclos electorales que han tenido lugar hasta ahora, en los que se dilucidaba la alternancia entre las dos formaciones –PSOE vs. PP– que han articulado el sistema bipartidista hasta el momento actual, lo que está en juego en el que se va a desarrollar durante este año electoral no es tanto la alternancia entre ambas formaciones políticas como las expectativas de cambio del propio modelo bipartidista y su eventual sustitución por otro de características distintas aún por definir. Y como consecuencia lógica de ello, la apertura de un nuevo escenario marcado por una reorientación política de carácter general que inevitablemente afecta al conjunto del sistema institucional, incluida la perspectiva de un cambio constitucional que, en función de cuál sea la envergadura de los cambios en el sistema de partidos, se presentaría como ineludible.

Aunque será necesario esperar a que concluya el ciclo electoral completo, en el que también pueden producirse sorpresas (en uno y otro sentido), puede avanzarse que lo más previsible es que el año recién iniciado va a abrir la puerta quizá a los cambios de mayor entidad en las casi ya cuatro últimas décadas. Cambios políticos, incluidos los que se extienden a l ámbito de las principales instituciones del Estado y muy especialmente los que tengan incidencia constitucional, cuyo alcance y orientación van tener estrecha relación con los resultados que arrojen las sucesivas citas electorales a realizar durante los próximos meses.