Carta a un niño antifascista

SAGUZAR POST 29/01/14
ALFONSO AUSÍN

Soy consciente de la recomendación, no escrita, de no publicar artículos en el Saguzar Post de contenido político o religioso.
El título del actual podía hacer pensar en una trasgresión de la citada recomendación.
Si lo sigo escribiendo es porque estoy en el convencimiento de que no se trata de un tema político sino ético.
Renunciar a su redacción sería caer en la trampa tejida con el léxico por quienes lo pervierten a base de repetir expresiones o palabras con intención retorcida hasta conseguir distorsionar su significado literal. Citemos como ejemplo “presos políticos vascos”, “conflicto”, “proceso de paz”. “Fascista” es una más de la lista.
Durante el mes de Diciembre tuvo lugar un discreto ciclo de visitas a pueblos en los que se había producido algún atentado de ETA por parte de familiares o allegados a las víctimas.
La policía autonóma hubo de protegerlos porque “el pueblo” (otra expresión envilecida) se los quería comer.
Esto en sí mismo daría lugar a una reflexión que nos conduciría a diagnosticar el grado de perversión y podredumbre en que ha caído la sociedad vasca.
Es la ética la que está en juego, no la política.
En una de las manifestaciones populares de repulsa dos  niños se acercaron al atemorizado grupo de familiares de victimas, y uno de ellos gritó: ¡fascistas!
A ese niño va dirigida mi carta.

Tengo la ventaja al dirigirme a ti de no conocerte, de no saber tu nombre ni el de tus padres ni siquiera dónde vives. Eso me permite escribirte sin ningún precondicionamiento. Sólo conozco tu actuación el día de la visita de las víctimas del terrorismo a tu pueblo.
 No tengo duda de que la palabra con que te dirigiste a ellos la has escuchado de otros. Quizá de tus mismos padres y con seguridad de muchas personas del pueblo.
Es necesario que profundices en su significado y en los efectos que el fascismo causó en la Europa en que has nacido. Para ello tendrán que pasar los años, dedicar tiempo al estudio y a contemplar los resultados que vayas descubriendo sin apasionamiento y sin prejuicios.   
Cuando hayas llevado a cabo esa profundización y recuerdes lo que protagonizaste hace unas semanas tendrás también que recordar que en los dos grupos de personas que se enfrentaron ese día, los familiares de uno de ellos habían puesto en su momento la nuca y los familiares o simpatizantes del grupo en que estabas integrado pusieron las balas.
Tendrás entonces capacidad para discernir e identificar cuál era el grupo de fascistas y cuál no.
Tengo alguna esperanza en que si se producen las cosas tal como las describo, tu dedo acusador de fascista gire 180 grados, y apunte al grupo del que formabas parte.
Pero, si como me temo, después del paso del tiempo, y a pesar de estudiar con buena voluntad el tema, sigues apuntando en la misma dirección, confirmaré que el grado de envenenamiento cegador inoculado por educadores, políticos, ambiente, y quizá por tus propios padres y hermanos, es mucho más potente que la racionalidad, que las lecciones de la Historia y que el sentido común.
Mi fe en la raza humana ya muy quebrada, seguirá deteriorándose, y buscará refugio en la belleza y en mi círculo íntimo cuyo diámetro mengua más y más cada día.
Y como medida de precaución recomendaré a los míos que se protejan de tu presencia, no fuere a ser que aflore en ellos el fascista que lleven dentro y no tengas más remedio que pegarles un tiro.