Del separatismo al pancatalanismo

LIBERTAD DIGITAL 28/08/15
ANTONIO ROBLES

Catalanismo, nacionalismo, independentismo y finalmente, pancatalanismo. Este es el recorrido de un delirio que empezó con una reivindicación cultural y lingüística en el siglo XIX y ha degenerado en racismo cultural con ínfulas expansionistas cada vez más evidentes.

Estos últimos días amodorrados de agosto por los efluvios opiáceos del 27-S nos han deparado unas cuantas ventosidades que nos advierten de la insaciable voracidad del catalanismo. Como una mosquita muerta, poco a poco, mantequilla por aquí, lloriqueo por allá, y sin casi darnos cuenta, han convencido a millones de españoles de que la ruptura con España es inevitable.

Siento decepcionar a todos esos españoles comodones que sueltan ante la lata catalanista, «pues que se vayan de una puta vez y nos dejen tranquilos». Con la separación de Cataluña de España no se habrían acabado los problemas. En realidad, empezarían en ese momento. Y ya no serían sólo un problema de soberanía y legitimidad jurídica, como trata de hacernos creer Rajoy, sino militar. Constituido en Estado catalán, el siguiente paso sería la adhesión de els Països Catalans, un concepto popularizado por el escritor pancatalanista valenciano Joan Fuster en 1962, de carácter cultural y lingüístico, que el nacionalismo ha convertido en territorial. Es el sueño de esta generación de pujolistas amamantados en la inmersión doctrinal de la escola catalana de unir en una sola nación los territorios donde tiene alguna presencia la lengua catalana. Ya saben, una lengua, una nación, aunque haya que hacer limpieza lingüística. Hasta Wikipedia le da extensa cobertura:

· En España comprendería los territorios de Cataluña, Islas Baleares, la Comunidad Valenciana –que también incluirían áreas castellanoparlantes históricamente monolingües–, donde la lengua recibe el nombre de valenciano, la Franja de Aragón y la pedanía el Carche compuesta por 600 habitantes. Fuera de España englobaría a todo el Principado de Andorra (donde el catalán es la lengua oficial), el Rosellón francés y la ciudad italiana de Alguer (en el noroeste de la isla de Cerdeña).

La extrañeza y repulsa de buena parte de la prensa nacional ante las palabras pancatalanistas del consejero de Justicia del Gobierno catalán, Germà Gordò, cuando soltó «La construcción de un Estado no debe hacer olvidar la nación entera» y se atrevió a ofrecer pasaporte catalán a los ciudadanos de Valencia, Baleares, la Franja de Aragón etc., es el resultado de la dejación de Gobiernos, periodistas, historiadores e intelectuales españoles desde la Transición. El catalanismo ha dejado infinitas minas en el camino durante estas cuatro últimas décadas, que el resto de españoles han considerado migas. Extravagancias de ayer, son hoy derechos adquiridos; no duden que la ambición expansionistaes el siguiente paso después de la independencia. Si se diera. Y no estarían solos. Juega a su favor esa maldita decadencia posmoderna de tantos dirigentes políticos criados contra el PP, pero acríticos o directamente encamados con el nacionalismo, a los que sólo se les ocurre decir lo siguiente ante el disparate:

· Los independentistas y el Gobierno de Rajoy se retroalimentan en una especie de ruleta rusa, a la que están abocando a la sociedad española.

Este lumbreras es Ximo Puig, secretario general del PSPV-PSOE y presidente de la Generalidad valenciana. Pero quizás lo peor lo dijo cuando calificó las palabras del consejero de Artur Mas: «Son absurdas, insensatas, inoportunas y muy irresponsables». De todos los calificativos me quedo con inoportunas. ¿Inoportunas? ¿Qué quiere decir Puig, que en otras circunstancias podrían ser oportunas? A estos nacionalistas se les entiende todo, casi siempre. Como se le empieza a entender todo a Pablo Iglesias, de Podemos, cuando se zafa del problema: «Algunos quieren que el debate en Cataluña sea distinto, sobre los Països Catalans o la inquebrantable unidad de España, pero no nos van a llevar a ese terreno». ¡Ya!

Muy gallito con el Estado de Derecho, pero modosito y sumiso con el Estado golpista de la casta nacionalista.