Dignidad nacional

ABC 05/09/13
ISABEL SAN SEBASTIÁN

Las naciones que aspiran a hacerse respetar por las demás, en este caso por un reducto del pasado, empiezan por respetarse a sí mismas

Tiene mucha razón el ministro Margallo cuando afirma que ofende a la dignidad nacional la pretensión de equiparar a una colonia anacrónica como Gibraltar, refugio de corsarios contemporáneos gobernados por un personaje de ópera bufa, con el Reino de España. Resulta altamente ofensivo para cualquier ciudadano español asistir impotente a las constantes provocaciones del portavoz de los «llanitos», acompañadas de agresiones a nuestros pescadores, usurpaciones de territorio y agravios a los representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que, hasta la fecha, han quedado sistemáticamente impunes. Altamente ofensivo amén de crecientemente frustrante, toda vez que Madrid lleva décadas elevando o bajando el tono de la queja según la coyuntura monclovita, sin tomar medida alguna realmente eficaz en el empeño de poner fin a la ofensa. ¿Cobardía? ¿Debilidad?
Las naciones que aspiran a hacerse respetar por las demás, en este caso ni siquiera por una igual, sino por un reducto del pasado, empiezan por respetarse a sí mismas. Ésa es una regla de oro de la política internacional, cuya plasmación más manifiesta es el sostenimiento de una acción exterior basada en los intereses nacionales y mantenida en el tiempo independientemente de la ideología del gobierno de turno. Algo que siempre ha caracterizado a Gran Bretaña o Francia (ahí está el socialista Hollande preconizando abiertamente un ataque a Siria prácticamente en solitario en el seno de la UE) y que España, sin embargo, desconoce desde hace lustros. La UCD de Suárez y Calvo Sotelo nos alineó, felizmente, en la OTAN. El PSOE de Felipe González logró nuestra plena integración en la Unión Europea y, con ella, en nuestro hábitat histórico-político natural. José María Aznar al frente del PP trabajó con éxito en el reforzamiento de un eje atlántico altamente ventajoso desde el punto de vista económico, del que nuestro país constituía un enclave estratégico… Y hasta ahí llegó la cosa. La gran «contribución» de Zapatero al posicionamiento de España en el mundo fue su patética Alianza de Civilizaciones, hoy arrumbada al baúl de los delirios, mientras que a Rajoy no se le conoce posición, más allá de «lo que digan los socios». Ni una sola idea, ni una iniciativa, ni una aportación. Nada que suponga compromiso o definición. ¿Falta de seguridad en su visión geoestratégica? ¿Indiferencia? ¿Ignorancia?
Las naciones que aspiran a hacerse respetar se respetan a sí mismas y no consienten que sus propios parlamentos sirvan de escenario para representar patochadas como la protagonizada ayer por Tardá, para diversión del titular de Exteriores, quien rio la «gracia» del independentista que le ofrecía una camiseta conmemorativa de la cadena humana con la que sus correligionarios se disponen a exigir la secesión de Cataluña, en un desafío abierto a la legalidad constitucional. Tampoco permiten las naciones celosas de su dignidad que un terrorista irredento como Uribetxeberría Bolinaga, autor de incontables asesinatos y actos de tortura, se burle de la Justicia campando a sus anchas por las calles de su pueblo más de un año después de haber sido liberado de la cárcel en razón de que presuntamente se hallaba a las puertas de la muerte. Ni que varios de sus compinches disfruten de generosos permisos penitenciarios mientras crece hasta lo insoportable la humillación de las víctimas. Las naciones que se respetan a sí mismas encierran a esos malnacidos bajo siete llaves precisamente por dignidad; porque conocen el significado de esa palabra.