Luis Ventoso-ABC

  • Nunca subestimemos la credulidad locuela del ser humano

Está claro. El mundo está dominado por una logia secreta de pedófilos adoradores del diablo, que secuestran y matan a niños, a veces en búnkeres secretos del subsuelo de Central Park. Militantes de ese culto mandan en los medios, Hollywood y el Partido Demócrata. Entre ellos, Hillary Clinton, los Obama, Oprah Winfrey, Tom Hanks, Elle DeGeneres, Gates… y por supuesto, Soros, perejil inevitable. Trump, cuyo nombre en clave es Q+, llegó al cargo promovido por un grupo de generales patriotas y mantiene una guerra en las sombras contra el anillo pedófilo. A base de investigar durante tres años y filtrar en internet información clasificada, se han descubierto más cosas. Kim Jong-Un es un títere de la CIA. Hillary, Obama y Soros planearon un golpe contra Trump. La familia Rothschild domina la red satánica y Merkel es la nieta de Adolf Hitler. El Covid, si existe, se cura al instante con el suplemento mineral «Miracle Mineral Solution». Por supuesto, las pasadas elecciones fueron un pucherazo del «establishment» satánico para frenar a Trump. Pero se acerca ya «The Storm», la gran tormenta, día en que los pederastas serán detenidos y ajusticiados y el mundo vivirá el «Gran Despertar».

Todo este guiso mental, tontolaba hasta para un astracán de serie Z, forma parte del credo de los seguidores de QAnon, culto online con el que comulgan cientos de miles de estadounidenses (millones, según algunas fuentes). Todo empezó el 28 de octubre de 2017. Un anónimo que firmaba como «Q Clerance Patriot», supuesto alto funcionario con acceso a secretos de Estado, subió un post en forma de acertijo conspirológico a 4Chan, plataforma de debates calenturientos. A partir de ahí se sucedieron sus mensajes y los de otros. Surgieron más y más embrolladas teorías conspirológicas, que se fueron enredando en lo que se conoce como QAnon (por la Q de la primera fuente y por «anon», denominación de los post-anónimos). En 2019, el FBI advirtió que QAnon podía ser «fuente potencial de terrorismo doméstico». El 6 de enero, fanáticos del movimiento, cuyo logo es una Q mayúscula con un águila, formaban parte de la turba del Capitolio, entre ellos el friki disfrazado de búfalo y la veterana del ejército del aire muerta por un disparo policial. Michael Flynn, que fue jefe de la Agencia de Inteligencia Militar con Trump, ha suscrito el juramento digital de QAnon. Una flamante congresista por Georgia también es creyente.

QAnon es un movimiento antiestablishment sin liderazgo jerárquico conocido, con semántica de secta evangélica y toques antisemitas, que encaja con el espíritu libertario de muchos estadounidenses. En la soledad de la pandemia, miles de personas han encontrado en sus conspiraciones a través de las redes sociales un sentido para sus vidas. Los absorbe de manera adictiva. Los hace sentirse parte de la historia. Con las religiones clásicas a la baja, estas fantasías milenaristas y los populismos operan como sucedáneos de la fe, porque los seres humanos necesitamos creer en algo.