El hombre que no sabía nada

El hombre que tanto dijo saber desapareció de su propio proceso y dejó a los españoles desconcertados en un camino del que desconocen la manera de desandarlo o la de encontrar una senda alternativa.

La bomba de ETA parecería una vuelta al punto de partida si no fuera porque el hombre que tanto dijo saber sobre la banda nos hizo recorrer un largo camino en mitad del cual nos dejó abandonados hace algunas semanas. Allí seguimos cuando resuena el estruendo de los 100 kilos de explosivo de Durango, sin explicaciones de lo que tanto supo, con la sola compañía de un ministro de Interior que nos alerta de la inminente aparición del monstruo en el próximo recodo.

El hombre que tanto dijo saber desapareció de su propio proceso y dejó a los españoles desconcertados en un camino del que desconocen la manera de desandarlo o la de encontrar una senda alternativa. El nuevo ataque de ETA se produce en un país en el que los ciudadanos aún no saben hacia dónde van, ni siquiera si van a alguna parte. Sin liderazgo antiterrorista, con un presidente que trasmutó su locuacidad sobre la paz en el más completo de los mutismos.

El presidente que nada sabía sobre ETA pero construyó un proceso con ella envía ahora un único mensaje a través de la vicepresidenta, que los criminales van a la cárcel. Suena absurdo a los oídos de unos ciudadanos a quienes durante tres años dijo que entre el crimen y la cárcel había un lugar intermedio llamado proceso al que debían adaptarse ellos y el sistema político y judicial.

Entre la cárcel para los criminales que ahora receta la vicepresidenta y ese proceso que hasta ayer predicaba el presidente hay una profunda fosa, la del nuevo proyecto y discurso político antiterrorista ausentes, que ni puede suplir el ministro de Interior interpretando los «malos augurios» de Batasuna, ni la vicepresidenta con lugares comunes sobre la cárcel y la criminalidad, ni un portavoz del PSOE llamando a una unidad sobre la nada.

Y es que frente a las bombas de ETA aún seguimos en la nada, en el silencio sobre un proyecto y una política antiterrorista que el presidente no ha presentado a los españoles. Seguramente, su propósito era continuar callado hasta las elecciones. Para no enfrentarse a lo que nada supo de lo que dijo saber y a lo poco que sabe de lo que ahora debe hacer.

EDURNE URIARTE, ABC, 25/8/2007