Félix de Azua-El País 

Ayer me pareció entrever y medio oír una noticia según la cual un señor se quejaba de que la Guardia Civil le visitaba sin llamar al timbre

Luego me fijé un poco más y vi entre nubes a un señor gordito, con el pelo de persiana y lo reconocí de inmediato. Era el mismo que pocos meses antes había dicho que era Mandela y un poco antes que era Gandhi y antes que era el acorazado Potemkin. Bien, pensé, este hombre no está en sus cabales, pero es que tiene muchísimos problemas para llegar a fin de mes y pierde la cabeza. Como yo, pero sin el catarro. Me fijé un poco más y retrocedí espantado. A quien de verdad se parecía es a la señora Doubtfire, con gafas y todo. Un personaje más acorde con su posición ante la historia.

 

Pero luego me enfadé. ¿Cómo se atreve este funcionario que instruye a los matones (apreteu, apreteu!), cómo osa compararse con la dulce y sensible Ana Frank? ¿No está humillando a los judíos aterrorizados por tipos como él durante el dominio de los nacionalistas alemanes? Recordé a Shostakóvich, ovillado al pie de la escalera, de madrugada, muerto de frío, a la espera de los esbirros de Stalin que vendrían a buscarle en cualquier momento. Resígnese a su papel histórico, señora Doubtfire, y deje de hacer el ganso.