El profeta Iglesias y la derecha troceada

José Alejandro Vara-Vozpópuli

Una derecha troceada es garantía de continuidad de Sánchez. Casado tiene un plan para taparle la boca al vicepresidente segundo

“Casado no va ser presidente, ustedes saben que no van a gobernar, ni ahora ni dentro de cuatro años”. Pablo Iglesias, antes del trastazo del domingo, gustaba de burlarse de Teodoro García Egea en los debates parlamentarios con estas profecías cargadas de mala leche. Y de algo de razón.

Despunta el PP en los últimos sondeos menos en el del CIS, un hecho previsible. El PSOE se atasca, enfangado en el llanto de la pandemia y el crujir de dientes de la crisis. Se encogen las siglas de la nueva política. Vox, Podemos y Cs ofrecen una imagen menguante con tendencia a difuminarse, como Robin Williams en el film de Woody Allen.

Cierto que de poco valen las encuestas sin un horizonte electoral cercano. Especulaciones gaseosas que los expertos llaman ‘tendencia’. Tan sólo podría acercar las urnas un episodio cataclísmico en forma de un portazo de Bruselas a nuestra demanda de socorro o la implosión del Ejecutivo por la caliente tarjeta de Dina y sus derivadas. Ambas posibilidades ahora parecen más bien remotas.

  • Mientras haya tres partidos a la diestra del PSOE, Sánchez puede dormir tranquilo en su colchón presidencial. Lo de menos es si el PP sube, si baja Vox o Ciudadanos pierde fuelle

Mal no le viene al PP, que necesita tiempo para reorganizarse, recomponer sus estructura y recuperar el espacio perdido. Desde la mayoría absoluta de Rajoy ha perdido el 40 por ciento de su respaldo electoral. Una sangría dolorosa y casi letal. La fragmentación ha modificado drásticamente el tablero de la derecha. Ha convertido un Lamborghini en una achacosa tartana. En las actuales condiciones no cabe pensar en un cambio de color político en La Moncloa. Michavila, analista demoscópico, insistía días atrás en recordar un hecho cierto e incontrovertible: mientras haya tres partidos a la diestra del PSOE, Sánchez puede dormir tranquilo en su colchón presidencial. Lo de menos es si sube el PP y baja Vox o Cs pierde fuelle. Es una cuestión de bloques.

Basta recordar lo ocurrido en las últimas generales, las del 10-N. Izquierdas y derechas prácticamente empataron a votos (43,6 versus 43,4), pero los primeros sumaron seis escaños más. Lo preciso para montar luego el Frankenstein. El sistema electoral castiga al bloque liberal-conservador si se presenta dividido. Esta es la cuestión que algunos parecen ignorar. La ley d’Hont, el reparto de restos, las circunscripciones pequeñas… todo se conjura para que la izquierda, aún con un número similar de papeletas, logre más escaños.

  • Ciudadanos creció y Vox nació en la era de la indolencia ideológica del marianismo. Casado intenta afanosamente recuperar a los votantes perdidos mediante su propuesta de ‘España suma’

Esto es lo que hay. Nada que ver con la profecía de Iglesias de que la derecha no gobernará porque sus ideas «han sido derrotadas por la mayoría social». No gobernará porque está dividida y así le va. Aznar animó a Casado, recién elegido líder del PP, a reconstruir la ‘casa común de la derecha’. No es tarea fácil recomponer lo que destruyó Rajoy. Ciudadanos creció y Vox nació en la era de la indolencia ideológica del marianismo. Casado intenta recomponer sus antiguas filas con su vacilante propuesta de ‘España suma’, que se estrenó con éxito en Navarra y ha sucumbido en el País Vasco.

Argumentan los refractarios del PP a esta idea de la alianza de las derechas, que no siempre dos y dos suman cuatro. Y que en Andalucía, en Madrid o en Galicia, el PP gobierna sin necesidad de haber concurrido en estrecha comunión con Vox y Cs a sus respectivos comicios. Un argumento trampa porque nada tiene que ver el sistema electoral de unas generales con el de las autonómicas. En unas elecciones legislativas nacionales, el grande se lleva los restos en las provincias pequeñas. Con la derecha dividida en tres, es el PSOE el que resulta beneficiado, el que rebaña esas sobras. Y, en definitiva, el que gana. O se cambia la ley o el bloque derechista espabila. O tenemos a Sánchez (o izquierda) para rato.

  • En primer lugar, la caída de la izquierda este domingo quizás no se limite a un factor regional. A Iglesias se le empieza aponer cara de Cayo Lara. Un Podemos de ocho escaños es posible

Recordemos. En 2011, cuando la mayoría absoluta de Rajoy, sin Ciudadanos ni Vox, el PP logró 186 diputados. Era otra glaciación. Nada volverá a ser igual, salvo que se produzcan algunos cambios que hasta ahora parecían imposibles y podrían empezar a concretarse. La creciente descomposición de Podemos es un factor a tener en cuenta. A Iglesias se le empieza a poner cara de Cayo Lara, ocho escaños y basta.

En la otra banda, la jibarización de Cs beneficia al PP, que recoge mucho voto naranja, según los estudios más recientes. También se anuncia un leve retroceso de Vox, factor que podría ayudar a los planes de Casado. Todo eso puede ocurrir, pero lo que está claro es que sin una candidatura unida, a la derecha le resultará muy difícil recuperar el poder. Necesita una mayoría absoluta, porque no puede apoyarse en los nacionalismos, cada vez más radicales. El ‘templado’ PNV le abrió las puertas a Frankenstein. Más de un millón de votos del centroderecha se fueron a la papelera en las últimas elecciones. Los restos, para la Banca. O sea, para el PSOE. Volvería a ocurrir.

Casado parece tener clara su estrategia. La anunció este miércoles ante su ejecutiva, entre las miradas recelosas de los mañuecos, bonillas y demás pandilla del centrismo guay. El líder del PP lo denomina ‘la ambición nacional compartida’. O sea, una idea trasversal y templada, una oferta de estabilidad y solvencia, de seguridad y certezas. España sin aspavientos. El patriotismo tranquilo. «Un proyecto nacional de largo alcance» para acabar con la maldición de la derecha española, atomizada y perdedora, y taparle la boca a Iglesias, que aspiraba a ser el Joker de la revolución y se ha quedado en loser de la función.