El PSOE cree que la gran coalición tritura sus expectativas electorales

EL MUNDO 15/05/14

· Rubalcaba intenta evidenciar que es el PP quien imposibilita cualquier pacto de Estado

No hay posibilidad alguna de gran acuerdo PP-PSOE al estilo alemán para gobernar el país. Con Rubalcaba al frente del socialismo es imposible. Así lo ha afirmado él mismo, no en una, sino en múltiples ocasiones. Pero ahora la negativa cobra aún más fuerza si cabe porque los socialistas reconocen que la sugerencia de Felipe González sobre un Gobierno de concentración les perjudica claramente y en plena campaña electoral.

Más aún, desde el primer partido de la oposición se esfuerzan en buscar pruebas que demuestren la imposibilidad de mezclar el agua con el aceite. Y Rubalcaba, que es químico, sabe que un experimento así está llamado a cosechar un rotundo fracaso.

La demostración se manifestó ayer cuando, en la sesión de control al Ejecutivo, el líder de la oposición hizo una pirueta dialéctica para intentar evidenciar que su objetivo, por encima de campañas electorales y rivalidades partidistas, es el futuro de los españoles y la solvencia del país.

No le salió bien. Pretendió hacer un discurso sosegado y europeísta y Rajoy no sintonizó en la misma onda. Se mostró de acuerdo en las líneas generales, pero a partir de ahí nada más: «Una cosa es lo que se hace en Europa y otra lo que se hace en España», vino a advertir el presidente, quien no piensa renunciar al mérito de haber dado la vuelta, al menos en lo que se refiere a los datos macroeconómicos, a la situación del país. Es la clave de su campaña y la defenderá contra viento y marea.

Rubalcaba estaba decepcionado y desde el PSOE se intentó evidenciar que con el PP no son posibles los pactos. Y, por supuesto, mucho menos una gran coalición. A una semana de las elecciones y tras el varapalo del asesinato de la presidenta de la Diputación de León, lo que convenía era lanzar un mensaje de entendimiento y ni siquiera eso fue posible.

El líder del PSOE está convencido, coincidiendo con muchos de su partido, de que la perspectiva de un pacto entre socialistas y populares sería perjudicial, para el país y, sobre todo, para los socialistas, que perderían sus señas de identidad. De hecho, las fuentes del PSOE consultadas recalcan que la derivada inmediata del mensaje lanzado por González no es otra que la de «PP y PSOE son lo mismo». Y eso, admiten, está haciendo trizas buena parte de sus expectativas electorales.

Se trata de un mensaje que ha sabido explotar concienzudamente IU. Pero no sólo: partidos de nuevo cuño y muy minoritarios como Podemos, e incluso fuerzas más asentadas como UPyD, ahondan en ese principio que sólo perjudica a los socialistas.

Al final –así lo admiten en ambos partidos–, de lo que se trata es de garantizarse cada uno su bolsa genuina de votantes. El número dos de la lista del PP, Esteban González Pons, lo advertía hace una semana en una reunión interna: «No debemos esperar que nos llegue ni un solo voto del PSOE. Nuestro objetivo deben ser nuestros propios votantes. El triunfo está en nuestros votos de siempre».

Tanto PP como PSOE han visto caer sus expectativas espectacularmente en comparación con las pasadas europeas –la encuesta de EL MUNDO apunta un descenso conjunto de 17 puntos–, con la diferencia clave de que los populares logran mantener su suelo de votos –que para unos y otros se fija en el 30%–, en tanto que los socialistas ven cómo el propio queda minado por los mordiscos de formaciones que trituran las expectativas del primer partido de izquierdas.

La idea de que PP y PSOE son lo mismo les perjudica de lleno porque suma a los desertores de Zapatero con buena parte de los que también denostan la política de Rajoy. Que se insista en que ambas fuerzas mantienen en sus líneas clave una misma filosofía económica «ahuyenta a muchos ciudadanos», admite un alto cargo socialista que, a la vez, reconoce que las señas diferenciales en el terreno de los derechos y las libertades –aborto, inmigración, expresión, seguridad ciudadana, dependencia…– no contribuyen decisivamente a la cosecha de votos y menos aún en momentos en los que los ciudadanos sólo esperan ver resultados económicamente cuantificables.