El Rey llama a erradicar la corrupción y regenerar España

ABC 26/12/14

· Sobre Cataluña: «Es evidente que todos nos necesitamos. Nadie en la España de hoy es adversario de nadie» «Desempeñar un cargo público no puede ser un medio para aprovecharse o enriquecerse»

Los grandes retos «Regenerar nuestra vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar nuestro Estado del bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad»
Garantizar el Estado del bienestar «Nuestro Estado del bienestar ha sido durante estos años de crisis el soporte de nuestra cohesión social»

Desde la página 1 En su primer Mensaje de Navidad, el Rey Felipe VI se refirió a los tres problemas más graves que sufre España: la corrupción, los «inaceptables» índices de desempleo y la situación de Cataluña. Sin citar expresamente a su hermana, la Infanta Doña Cristina, acusada de dos delitos fiscales, Don Felipe afirmó que «las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público provocan, con toda razón, indignación y desencanto». Agregó que «los responsables de las conductas irregulares están respondiendo de ellas» y subrayó que «los ciudadanos necesitan estar seguros de que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse». A continuación reproducimos el texto íntegro:

«Quiero, en primer lugar, daros las gracias por abrirme vuestras casas en esta Nochebuena. Un momento que es, sobre todo, de cercanía y de reencuentro; un momento para aproximarnos, para mirarnos con la voluntad y el deseo de entendernos, para transmitir a las personas que nos rodean nuestros mejores sentimientos de afecto, de paz y de alegría. Hoy quiero estar a vuestro lado para compartir –en el primer mensaje de Navidad que os dirijo– unas reflexiones sobre nuestro futuro, con la mirada y la confianza puestas en el año 2015.

Estamos viviendo tiempos complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general. La dureza y duración de la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro; la importancia de algunos de nuestros problemas políticos genera inquietud; y las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público provocan, con toda razón, indignación y desencanto. Los problemas que he mencionado han dado lugar a una seria preocupación social. Sin embargo, no debemos dejarnos vencer por el pesimismo, el malestar social o por el desánimo, sino afrontar con firmeza y eficacia las causas de esos problemas, resolverlos y recuperar el sosiego y la serenidad que requiere y merece una sociedad democrática como la nuestra.

Una profunda regeneración
El pasado mes de octubre afirmé en Asturias que necesitábamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar. Decía, entonces, que necesitábamos un gran impulso moral colectivo. Y quiero añadir ahora que necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable.

Es cierto que los responsables de esas conductas irregulares están respondiendo de ellas; eso es una prueba del funcionamiento de nuestro Estado de Derecho. Como es verdad también que la gran mayoría de servidores públicos desempeñan sus tareas con honradez y voluntad de servir a los intereses generales.

Pero es necesario –también y sobre todo– evitar que esas conductas echen raíces en nuestra sociedad y se puedan reproducir en el futuro. Los ciudadanos necesitan estar seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos; que no existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública; que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse; que no se empañe nuestro prestigio y buena imagen en el mundo.

Pocos temas como este suscitan una opinión tan unánime. Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción. La honestidad de los servidores públicos es un pilar básico de nuestra convivencia en una España que todos queremos sana, limpia.

El paro es inaceptable
También quiero hablaros de la situación económica, porque continúa siendo un motivo de grave preocupación para todos. Los índices de desempleo son todavía inaceptables y frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres que llevan tiempo en paro. Es cierto que nuestras empresas son punteras en muchos sectores en todo el mundo; pero también lo es que nuestra economía no ha sido capaz, todavía, de resolver de manera definitiva este desequilibrio fundamental.

No obstante, es un hecho –y muy positivo– que las principales magnitudes macroeconómicas están mejorando y que hemos recuperado el crecimiento económico y la creación de empleo. Estos datos son una base nueva para la esperanza de que, en el futuro, puedan generarse de forma sostenible muchos más empleos y, especialmente, empleos de calidad.

Es evidente, por tanto, que la lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad. El sacrificio y el esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exigen que los agentes políticos, económicos y sociales trabajen unidos permanentemente en esta dirección, anteponiendo solo el interés de la ciudadanía. Porque la economía debe estar siempre al servicio de las personas.

Por eso, debemos proteger especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables. Y para ello debemos seguir garantizando nuestro Estado del bienestar, que ha sido durante estos años de crisis el soporte de nuestra cohesión social, junto a las familias y las asociaciones y movimientos solidarios. Algo de lo que debemos realmente sentirnos orgullosos.

La situación de Cataluña
Quiero referirme ahora también a la situación que se vive actualmente en Cataluña. El pueblo español, en el ejerci-

cio de su soberanía nacional, ratificó mediante referéndum la Constitución de 1978, que proclamó nuestra unidad histórica y política y reconoció el derecho de todos a sentirse y ser respetados en su propia personalidad, en su cultura, tradiciones, lenguas e instituciones.

Bajo ese espíritu constitucional, hemos convivido estos años. Cada Comunidad, cada pueblo y territorio de España, cada ciudadano, han aportado lo mejor de sí mismos en beneficio de todos. Y sin duda, desde Cataluña, se ha contribuido a la estabilidad política de toda España y a su progreso económico. Es evidente que todos nos necesitamos. Formamos parte de un tronco común del que somos complementarios los unos de los otros, pero imprescindibles para el progreso de cada uno en particular y el de todos en conjunto.

Pero no se trata solo de economía o de intereses, sino también, y sobre todo, de sentimientos. Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón. Como también para millones de catalanes los demás españoles forman parte de su propio ser. Por eso me duele y me preocupa que se puedan producir fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos. Nadie en la España de hoy es adversario de nadie.

Y lo que hace de España una nación con una fuerza única es la suma de nuestras diferencias, que debemos comprender y respetar y que siempre nos deben acercar y nunca distanciar. Porque todo lo que hemos alcanzado juntos nace de la fuerza de la unión. Y la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división de las sociedades, y que camina hacia una mayor integración.

Los desencuentros no se resuelven con rupturas emocionales o sentimentales. Hagamos todos un esfuerzo leal y sincero, y reencontrémonos en lo que nunca deberíamos perder: los afectos mutuos y los sentimientos que compartimos. Respetemos la Constitución, que es la garantía de una convivencia democrática, ordenada, en paz y libertad. Y sigamos construyendo todos juntos un proyecto que respete nuestra pluralidad y genere ilusión y confianza en el futuro. Porque necesitamos, también, ilusión y confianza.

El mes de junio pasado, España se dio a sí misma, y al mundo, un ejemplo de seriedad y dignidad en el desarrollo del proceso de abdicación de mi padre el Rey Juan Carlos y de mi proclamación como Rey; todo ello de acuerdo con nuestra Constitución. Y a lo largo de estos últimos meses me habéis rodeado de vuestro respeto, afecto y cariño. Sinceramente, me he sentido querido y apreciado y os lo agradezco de corazón. Y tengo que deciros también que he visto ilusión en muchos de vosotros, en vuestras miradas y palabras, ante el inicio de una nueva época en nuestra historia.

Es cierto que vivimos tiempos complejos y difíciles. Sin duda. Pero son también tiempos que debemos afrontar con responsabilidad, ilusión y espíritu renovador. Tiempos nuevos que se proyectan en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva e individual. Y ahora nos corresponde a los españoles de hoy continuar la tarea de labrar nuestro mejor futuro; que empieza ya, que ha empezado ya.

Conductas irregulares
«Las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público provocan, con toda razón, indignación y desencanto»

La Justicia funciona
«Los responsables de esas conductas irregulares están respondiendo de ellas; eso es una prueba del funcionamiento de nuestro Estado de Derecho»

Dinero público
«Los ciudadanos necesitan estar seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos; que no existen tratos de favor»

El paro, la prioridad
«Los índices de desempleo son todavía inaceptables. Es evidente que la lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad»

A Cataluña
«Somos complementarios los unos de los otros, pero imprescindibles para el progreso de cada uno en particular y el de todos en conjunto»

Estabilidad política
«Disfrutamos de una estabilidad política como nunca antes en nuestra historia. Debemos seguir avanzando en nuestra convivencia política»