Enseñanzas de la historia

ESPERANZA AGUIRRE Y GIL DE BIEDMA – ABC – 25/03/17

Esperanza Aguirre
Esperanza Aguirre

· «¿Cómo es posible que esa burguesía catalana, que ha sido la punta de lanza del espíritu emprendedor español, no comprenda que la opción independentista lleva consigo una quiebra del Estado de Derecho?»

Hace tiempo me contaron una anécdota que, a lo mejor, es apócrifa, pero ya se sabe que las anécdotas más sabrosas y las más aleccionadoras, con mucha frecuencia, lo son. El 14 de abril de 1931, el antiguo teniente coronel del Ejército Español y dirigente de un pequeño partido llamado Estat Català, Francesc Macià, aprovechó la confusión que provocaba el cambio de régimen en España para proclamar la República Catalana.

Esa proclamación suponía un inmenso problema añadido para el recién constituido Gobierno provisional de la República, que, presidido por Alcalá-Zamora, bastante tenía con hacerse con las riendas del Estado, que había pasado de la noche a la mañana de ser una Monarquía milenaria a ser una República de la que nadie sabía bien por dónde iba a ir.

La declaración de Macià provocó una intensa crisis en aquel Gobierno provisional que envió deprisa y corriendo a tres de sus ministros, el catalán y fundador del Partido Republicano Radical Socialista, Marcelino Domingo, el también catalán y catalanista Nicolau d’Olwer, y el socialista Fernando de los Ríos, a que parlamentaran con Macià y le convencieran para que depusiera su actitud. Algo que consiguieron el día 17 de aquel mes de abril.

Hasta aquí los hechos probados. La anécdota, quizás apócrifa, cuenta que, antes de salir para Barcelona con aquella delicada misión, Fernando de los Ríos habló con el siempre inteligente y marrullero Indalecio Prieto, que también era ministro y correligionario suyo. Prieto, con su habitual desparpajo le dijo: «D. Fernando (entonces también los socialistas se llamaban de usted), si tiene problemas con Macià, amenácele con la Guardia Civil». «¿Pero cómo voy a amenazarle con la Guardia Civil –respondió De los Ríos– en estos momentos en que está naciendo un régimen que llega para traer libertades?». Y don Indalecio, con picardía, le contestó: «No, si yo no digo que le amenace con enviarles la Guardia Civil, sino con retirársela».

Esta anécdota, que si no es verdadera es verosímil, expresa una realidad insoslayable entonces, y ahora. La Guardia Civil de la que hablaban los ministros republicanos era el símbolo del Estado de Derecho, de manera que la posible desaparición de la Guardia Civil de Cataluña, tal y como amenazaba Prieto, llevaba consigo la instauración de la inseguridad absoluta en las provincias catalanas. La inseguridad jurídica y la inseguridad hasta física para todos los catalanes.

A mí me resulta imposible no acordarme de esta anécdota cuando contemplo el espectáculo catalán y cuando veo cómo un partido declaradamente antisistema, como es la CUP (un partido que preconiza la independencia de Cataluña, y lo proclama sin ambages, como paso previo e imprescindible para instaurar allí una república de corte soviético), utiliza como rehenes a los restos de CiU, aquel partido nacionalista que agrupaba a una mayoría de la burguesía catalana.

¿Cómo es posible que esa burguesía catalana, que ha sido la punta de lanza del espíritu emprendedor español, no comprenda que la opción independentista, tal y como está planteada, lleva consigo una quiebra del Estado de Derecho que tendría la misma consecuencia que, según el socialista Prieto en 1931, hubiera tenido la desaparición de la Guardia Civil de Cataluña? Esa consecuencia se resume en una palabra: inseguridad. Inseguridad jurídica total, en primer lugar. Pero no sólo, también económica, social, y hasta ciudadana. ¿O es que creen esos burgueses catalanes, antes siempre biempensantes, que los de la CUP, que son la pieza clave en todo el «procés», van a conformarse con instaurar una república catalana para no imponer después su proyecto totalitario?

ESPERANZA AGUIRRE Y GIL DE BIEDMA – ABC – 25/03/17