Francia condena a 20 años a ‘Txeroki’, ‘Ata’ y ‘Gurbitz’, últimos ‘generales’ de ETA

EL CORREO 14/03/13

Los diez penados, sentenciados a un total de 166 años, revalidaron el final de la lucha armada ante el tribunal de París

El Tribunal Especial de lo Criminal de París condenó ayer a penas que suman 166 años de prisión, lo mismo que reclamaba la petición fiscal, a Garikoitz Aspiazu, ‘Txeroki’, Mikel Karrera, ‘Ata’, y los otros ocho miembros del aparato militar juzgados desde el 18 de febrero en un proceso a los artífices de las últimas campañas de atentados de ETA. Aitzol Iriondo, ‘Gurbitz’, leyó antes de que el proceso quedara visto para sentencia una declaración en nombre de todos los acusados en la que se revalida el fin de la lucha armada decretado el 20 de octubre de 2011 y se vuelve a emplazar a los gobiernos español y francés a negociar la resolución de las ‘consecuencias del conflicto’.

Al cabo de casi ocho horas de deliberación a puerta cerrada, el juez Jean-Pierre Ancel, presidente de la Corte, leyó un veredicto en el que las condenas más elevadas, de 20 años, recayeron en ‘Txeroki’, ‘Ata’, Aitzol Iriondo, ‘Gurbitz’, presunto lugarteniente del primero al frente de los comandos armados, y Luis Iruretagoiena, ‘Suni’, considerado experto en explosivos. Penas de 18 años fueron impuestas a Ander Mujika, Oihan Barandalla y Alaitz Aramendi, detenidos el 1 de setiembre de 2007 en Cahors en una casa taller de megabombas como la que estalló en la T-4 de Barajas a finales de 2006.

En estos siete casos, el tribunal estipuló un período de seguridad de dos tercios de las penas, lo que implica el cumplimiento íntegro durante ese período antes de acceder a la posibilidad de disfrutar de beneficios penitenciarios. Por último, impuso 12 años tanto a Aitzol Etxaburu, ‘Txikitxe’, como a Itziar Plaza, ‘Idoia’, y ocho a Jurdan Martitegi, ‘Arlas’.

Las condenas son idénticas a las solicitadas el lunes por el fiscal general Jean-François Ricard con la excepción de los casos de Plaza y Etxaburu. Para la primera, el representante del Ministerio Público había pedido diez años y para el segundo, catorce y no 18, como por error apareció publicado el martes en este periódico.

Ricard había precisado que requería las penas que le parecían justas y no más altas para dar margen de apreciación elevado a los siete jueces profesionales que formaron la sala especial, sin jurado popular por tratarse de un asunto de terrorismo. En teoría, los procesados se exponían a la cadena perpetua, pena máxima contemplada por el Código Penal francés para los delitos imputados al concurrir las circunstancias agravantes de terrorismo y transporte de explosivos en banda organizada.

Robo a mano armada
Los magistrados no retuvieron finalmente el cargo de robo a mano armada de su autocaravana a una familia guipuzcoana de vacaciones en Francia a finales de agosto de 2007 con el propósito de convertirla en un coche bomba cargado con media tonelada de amonal para cometer un atentado, finalmente fallido, en Oropesa del Mar (Castellón). Ese delito, imputado a todos los acusados salvo Plaza y Martitegi, fue recalificado en receptación de los bienes sustraídos a los rehenes, una pareja de Orio con su hijo de cuatro años que, personada como parte civil, declinó identificar mediante vídeoconferencia al único asaltante que actuó en un primer tiempo a cara descubierta durante su asalto y posterior secuestro.

En el texto leído por Iriondo, se afirma que la respuesta del Estado francés al ofrecimiento de diálogo de ETA ha sido «detenciones, mentiras como las que se han podido escuchar en esta sala, condenas muy fuertes y un nuevo ataque a un preso político vasco», en referencia a Xabier Aranburu, sancionado a un mes en una celda de castigo en la cárcel de Toulouse. Denunció la «impunidad carcelaria, favorecida por la dispersión», la «naturaleza violenta de su Estado» y la «política de venganza hacia el colectivo de combatientes vascos».

Para finalizar, Iriondo, que vestía una camiseta con el retrato del histórico dirigente de ETA ya fallecido José Miguel Beñarán, ‘Argala’, recordó a todos los militantes muertos, encarcelados o que permanecen en la clandestinidad. También dirigió un «saludo revolucionario» a los pueblos que luchan contra el imperialismo y el capitalismo en, entre otros lugares, Colombia, Kurdistán y Venezuela aderezado por el grito en español «¡Que viva la revolución bolivariana!».