Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El Gobierno sigue con su frenesí interventor. Ahora le toca el turno a los márgenes empresariales. La intención resulta obvia pues no puede ser otra más que justificar políticamente las subidas de impuestos y socialmente las presiones salariales. Todo ello debido al inane argumento de que han recuperado el nivel de margen previo a la pandemia. ¿Y? ¿Quiénes lo han recuperado? ¿Todos? ¿Es ese el nivel ‘normal’ de los márgenes empresariales o lo va a decretar periódicamente en el futuro el Ministerio de Economía? ¿Cómo lo va a hacer, cuál es el margen ‘normal’ que debe tener una empresa? ¿Quién lo determina? ¿Es el mismo, con independencia de su estructura de financiación? ¿Por qué habla de márgenes y no de beneficio? ¿Da igual el momento del ciclo en el que se encuentre? ¿Es indiferente el sector en el que actúe? ¿Hay que pedirle el mismo margen a una farmacéutica – que se pasa 15 años investigando un producto con un riesgo enorme de que no funcione y luego tiene que salvar enormes barreras regulatorias antes de empezar a obtener ‘márgenes’–, que a una frutería? ¿Conoce el ministerio cuál es la prima de riesgo de cada actividad, la fija el mercado o va a establecer él los ROE’s, ROA’s, RAC’s y WACC’s ‘normales’ para cada sector, cada empresa y cada año? ¿No es demasiado trabajo?

Hay más. Al menos en los mercados competitivos, los precios tienden a igualarse, pero los costes no tienen por qué ser iguales. Dependen de cosas como el resultado del I+D realizado, las inversiones acometidas, el nivel de formación de los trabajadores y un largo etc., relacionado con la productividad. Lógicamente, los mejores, los que gestionen mejor los capitales (humanos y financieros invertidos) obtendrán márgenes de explotación mayores. ¿Hay que castigarlos por eso con una mayor presión fiscal? ¿Hay que premiar al menos eficiente, al que muestre márgenes menores para haberlo hecho peor? Y para terminar, ¿cómo no se incluye a los autónomos?

¿A qué viene todo esto? Tiene razón Antonio Garamendi cuando se pregunta si la vicepresidenta no debería preocuparse más por el lamentable estado de las cuentas públicas, que ella gestiona de manera tan desaprensiva, que de las privadas que gestionan quienes arriesgan su dinero. ¿Para cuándo un análisis ‘coste/beneficio’ del gasto público? Ayer se quejó de que su siguiente en el escalafón, la señora Díaz ofreciera 20.000 euros a cada joven sin plantear de dónde los va a sacar. Pues vaya preocupación más tonta, ¿de dónde va a ser? Del mismo saco que administra ella y que se estira más y mejor que la ‘tripa de Jorge’. ¿Por qué razón ella y su jefe, Pedro ‘el de las Mercedes’, pueden prometer cada día el oro y el moro (no sé si se puede decir eso) y ella no?

Le aseguro que ella y el Banco de España han tenido días mejores.