¿Jugando a otro Pacto del Tinell?

EL MUNDO  06/04/17
TEODORO LEÓN GROSS

El proceso de paz acaba de añadir un error político que antes o después debilitará el proceso y la paz: excluir al PP de la convocatoria de un acto por el desarme de ETA. No invitar al Partido Popular no es una descortesía, sino una estupidez. Por más que el PP sea en Euskadi una fuerza menor, su estigmatización, como si constituyeran una anomalía democrática, acabará por pasar factura. Incluso previendo su negativa a estar en esa foto, la opción de autoexcluirse debió de ser de ellos, no resultado de un cordón sanitario. En cualquier circunstancia esto sería un error, sin necesidad de mencionar que se trata del primer partido en España; pero señalarlos como indeseables en una fotografía con el albacea del legado sentimental de ETA añade matices humillantes.

Los cordones sanitarios los carga el diablo. El deterioro de la convivencia democrática en Cataluña debe mucho al mismo error, y también con los socialistas en la operación: el Pacto del Tinell (2003). El PP ha aceptado que sus firmas contra el Estatut constituyeron un error, pero todavía está por ver que los promotores del Tinell asuman el impacto corrosivo de su sectarismo en la fractura de la última década. El compromiso de aquel Pacto era vetar al PP en «pactos de gobierno y pactos parlamentarios estables». Noesnoísmo preventivo para sacarlos de la foto como ayer.

Lo sucedido es simple: el PP se resiste a que se baje «elsuelo ético del proceso» por priorizar que los abertzales se sientan cómodos. No es eso, se lamentan orteguianamente. Pero PNV y PSE han preferido la foto con Otegi, vendiendo esto como un-éxito-a-pesar-del-PP. «Hito» para la «convivencia», festejó Otegi, ejerciendo ahora de hombre de paz, como alguna vez creyó Zapatero desde su optimismo antropológico. En definitiva, todos maniobran para sacar réditos. Y el juego del PNV es obvio, pero el PSOE, que gobernó allí con el Partido Popular, parece lanzado a ejercer de tonto útil ayudando al nacionalismo a imponer su relato. Mejor no recordar que ellos mismos ya fueron leprosos en otro cordón, pactado en agosto de 1998 por PNV y EA con ETA, para excluir a PSOE y PP. De hecho, Idoia Mendia ya soñó en público con gobernar junto a Bildu y Podemos. «Eje de izquierdas», dijo. Es evidente que la izquierda no sólo tiene un problema de ideología, como advertía Sartori, sino también de inteligencia.

No hay que descartar que a los artesanos de la paz se les acabe conociendo como los chapuzas de la paz. Mejor cuanto menos, claro. De momento abusan del sesgo propagandístico para un blanqueo de la historia, como advierte el manifiesto de Savater, Arregi, Maite Pagaza, Consuelo Ordóñez, Teo Uriarte… y suma y sigue con nombres como Fernando Aramburu y Santi González. Tal vez, como sostiene David Rieff, la necesidad de olvido en un proceso de paz requiera cierta carga de injusticia, pero no a cualquier precio. Establecer un cordón sanitario contra la voz del PP, estigmatizado como obstáculo para la paz, ya delata las hechuras del proceso. Otegi decía ayer que era «un buen día para unos y malo para otros». Dictar el lado bueno es algo que él ya practicaba cuando ETA apretaba el gatillo.