El Correo-JUAN CARLOS VILORIA

Entre la opción de ofrecer a los socialistas un ‘pack’ de regencia con condiciones (investidura, pactos de estado, gestión de las crisis, freno al secesionismo) o esperar a que apuñalen a Pedro Sánchez, el PP ha optado por lo segundo. Pablo Casado se ha dejado seducir por los oráculos del pasado. Pío Cabanillas («ahora lo urgente es esperar»). Cristóbal Montoro («dejemos que caiga España, ya la levantaremos nosotros»). Cabanillas, en los días finales del franquismo; Montoro, en el aciago final del zapaterismo. Casado cree que a Sánchez le llegarán, como a César, los idus de marzo y sus socios o sus barones le apuñalarán en el foro. Es una apuesta de alto riesgo. Porque, como se ha plasmado en la elección de la Mesa del Congreso, la dinámica es que el bloque de izquierda-populista se compenetra y el del centro derecha se divide y debilita.

Casado decidió no ofrecer a Sánchez un ‘pack’ de gobernabilidad y dejó virgen el terreno del relato para que el presidente en funciones impusiera sus mantras sobre el bloqueo y la abstención. Simultáneamente el líder del PP ofreció otros pactos al bloque de derecha (España suma) o unir fuerzas para la Mesa del Congreso, que Vox rechazó con soberbia. Para el boceto del PP, que considera esencial su papel para salvaguardar la Constitución y el régimen del 78 frente a la amenaza de populistas y nacionalistas, de momento los vientos no soplan a favor. Los idus de marzo podrían ser adversos para Sánchez si él, como César, se resistiera al asalto de los senadores populistas y nacionalistas. Pero el peligro es que él encabece el desmontaje de la Constitución y el sistema del 78. De momento, el PP de Casado va perdiendo el pulso, aunque es muy pronto para hacer pronósticos a medio plazo. El bloque post-constitucional marca los tiempos, se fortalece y blanquea a los socios que quieren desvirtuar la conviencia pactada en la Transición. Y, de otro lado, Vox no acaba de aceptar su papel secundario en la oposición y pugna por la primogenitura. El análisis del equipo de Génova sobre la inviabilidad de facilitar la investidura de Sánchez con una abstención técnica es congruente porque, efectivamente, podrían desaparecer como alternativa y dejar expedito el camino a los pactos imprevisibles con los secesionistas.

Pero el líder del PP se ha equivocado en la gestión de los modos y los tiempos. Las formas y los momentos son decisivos en política tanto para controlar el relato como para no ceder permanentemente iniciativa al adversario. Ademas, ha dejado crecer de una manera incontrolada el ego de Vox. Los de Abascal se ha convertido en un partido kamikaze que entra a todas las peleas, no controla ni el estilo ni el contenido de sus portavoces y ha caído en el mismo ensañamiento que llevó a Rivera a desayunar con su pareja en un área de servicio dos días después de las elecciones. Es decir, centrar sus fuerzas en sustituir al PP como eje y referente de la derecha española.