La ‘fatwa’ antisanchista

Ignacio Camacho-ABC

  • El ventajismo informativo y la hegemonía mediática son las principales herramientas políticas de la izquierda en España

La principal razón de que la izquierda domine el pensamiento y las tendencias sociales en España es su indiscutible hegemonía mediática, que ejerce con mando aplastante, mentalidad sectaria y llaneza desprejuiciada. La ventaja ‘progresista’ es palmaria en sectores como el audiovisual, el editorial o el de la producción cinematográfica, y su dominio de Twitter le permite controlar la agenda de la ciberconversación contemporánea. La primera radio en oyentes y cinco de los seis principales canales de televisión generalista están en este momento en la órbita de intereses informativos del Gobierno. El mismo día de su toma de posesión tras la moción de censura, Sánchez forzó el relevo del director del primer periódico impreso. Después ha ido creando a su alrededor una nueva ‘beautiful people’, un entorno emergente de empresarios de comunicación, consultores financieros y directivos tecnológicos cuyo acceso directo a La Moncloa les proporciona una influencia de privilegio y el monopolio práctico de la intermediación de los fondos europeos.

Y no contento con ello utiliza inversores de cabecera para asaltar con capital extranjero empresas cotizadas y conglomerados de medios.

Tras la Cumbre de la OTAN, el presidente se dignó conceder una serie de entrevistas selectivas en las que se proclamó víctima de una conspiración de poderes ocultos tras «terminales» periodísticas. Ha retomado así el argumento plañidero que utilizó cuando el PSOE lo desalojó de la secretaría, el mismo con el que Pablo Iglesias –hoy empleado de un magnate de la industria comunicativa– justificó su forzosa retirada de la política. En el antiguo, o quizá aún actual, caudillo de Podemos se trata de un viejo mantra de su demagogia populista; escuchado en boca del jefe del Gobierno con mayor tendencia invasiva de los contrapesos democráticos mueve simplemente a risa. El detalle narrativo de los oligarcas fumando puros mientras dictan la ‘fatwa’ antisanchista resulta casi enternecedor por la tosquedad de la caricatura; ni el más primario de los propagandistas se atrevería hoy a pintar un cuadro de demagogia tan burda. Entre sus tropecientos mil asesores debería de haber al menos uno más fino de mente y de pluma. Alguien que no insulte la inteligencia de los ciudadanos con brochazos de comedia bufa.

Todas estas imposturas sobreactuadas ofrecen la sensación creciente de que al Ejecutivo se le han agotado no sólo las estrategias, sino las ocurrencias. Calcar en Andalucía la campaña que le condujo al varapalo de Madrid, la del espantajo de la ultraderecha, ha resultado una mala idea desembocada en una derrota aún más severa. Tampoco parece muy eficaz esta simulación lastimera que además de ocultar la realidad implica una crítica a la libertad de prensa. Acaso para recuperar algo de crédito podría probar otra receta: decirles a los españoles la verdad. Una vez siquiera.