Juan Carlos Girauta-ABC

  • Si puedes tragarte eso y callar cuando te lo mandan en público, entonces es que te lo tragas todo

Imagínate que eres ‘ministre’, que además de ministro en catalán es la nueva forma canónica de no presuponerle la condición cisgénero a nadie, tampoco a un miembro del Ejecutivo. Para no ofender. Imagínate que el país sobre el que gobierna el órgano colegiado al que perteneces monta la mejor cumbre atlántica que se recuerda, del mismo modo que en su día organizamos los mejores Juegos Olímpicos. Lo del Prado es infalible y además deja rendido a Johnson, el mandatario más culto del mundo occidental.

Imagínate que estás contra la OTAN. Detestas cuanto representa y ha representado porque te inscribes en el antibelicismo ‘woke’, mezcla de discurso naíf Miss Universo y argumentario ruso de toda la vida. Lo del tonto útil y el compañero de viaje: las guerras son malas, desarmémonos; pero solo nosotros, ellos todavía no, ellos luego.

Imagínate que tu proteico jefe, tu superior jerárquico, de quien depende tu cargo, tus coches oficiales, tu séquito, tu crecido orgullo, tus viajes en Falcón y toda la cara tontería que arrastras, ha devenido esta vez –en una de sus famosas mutaciones– campeón del atlantismo e impulsor del rearme occidental. ¿No lo esperabas, verdad? Mal hecho. Sánchez supera en mucho un juego que me regalaron a los siete años, por Reyes: ‘Las mil caras del agente secreto’, de Airgam. ¿Qué hacer?

Está difícil. No has sido capaz de decir esta boca es mía cuando tu jefe celebraba la actuación policial marroquí que ha dejado un reguero de muertos. Si puedes tragarte eso y callar al respecto cuando te lo mandan en público, entonces es que te lo tragas todo. Debe darte un poco de vergüenza, no mucha, pero ahí está. No en balde has dedicado media vida al agitprop más crudo y extremo contra todo lo que ahora bendices permaneciendo en el Gobierno, no dimitiendo ipso facto, demostrando que a la hora de la verdad careces de valores. Sí, los valores solo saltan de palabrería a realidad cuándo es difícil mantenerlos. Cuando es oneroso, cuando atenerte a ellos te deja a la intemperie, te frustra la carrera. Ahora ya sabemos que lo tuyo era bla, bla, bla. Insisto, ¿qué hacer?

Yo te cuento. Hay una opción buena, marketing puro. Agarras, haces la maleta, te presentas en la Casa Blanca y sonríes. Tienes allí reuniones, sesiones de fotos muy naturales que son postales de Washington. O sea, a ver quién te va a tildar a ti de antiamericana. En un mundo que yo conocí y que ya no existe se decía que el antiamericanismo era el socialismo de los idiotas. ¡Quia! Lo que ahora se llama socialismo, o izquierda, es solo el reflejo de unas consignas, un discurso y unas causas fragmentarias con marchamo estadounidense. Tus interlocutoras e ‘interlocutoris’ oirán de ti expresiones y urgencias con las que ellos y ‘elles’ mismos (y ‘mismes’) te programaron. En cuanto a las famosas fotos, no tengo nada que decir. Cuatro amigas de viaje, divirtiéndose. Normal.