La tentación de Casado

SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Uno de los aspectos más fascinantes de la política española es el ungimiento del doctor Sánchez para presidente del Gobierno. Él ha venido a este mundo para eso y es tarea de los demás partidos apoyarle para ello, sin que él tenga otra obligación que aportar su vera efigie a la tarea de gobernar España.

El caso es que su manera de argumentar ha calado en la oposición. En Ciudadanos se reprochó a Albert Rivera no haber ofrecido su colaboración a Sánchez. Habrían podido formar un Gobierno de coalición, infinitamente más razonable que el engendro que están a punto de perpetrar Frónkonstin y Aigor. Pero a los socialistas de ahora les gustaba más Aigor. «Con Rivera no, con Rivera no».

Ahora le toca a Casado. Los populares son partidarios en general de ofrecerle pacto a Sánchez. Unos después de que fracase el pacto con Iglesias, otros quieren que la oferta se la formule ya mismo. No es una propuesta que describa fielmente el estado del arte, la realidad. La noche electoral, Pablo Casado llamó al doctor Sánchez y este no se puso al teléfono, caso sin precedentes, que uno sepa en los anales democráticos: un ganador que se niega a recibir la felicitación del adversario. La tropa congregada en Ferraz gritaba: «Con Casado no, con Iglesias sí». El presidente disfuncional llegó al preacuerdo con Pablo Iglesias sin haber hablado con el presidente del PP.

Uno sería partidario de la gran coalición para salir de una situación como esta, pero Sánchez es un farsante integral. No hay nada, un mentiroso patológico, un tipo que roza la psicopatía, que desmiente su hemeroteca en cada declaración que hace, que traiciona cada promesa que hace y tiende a rodearse de lo más inútil que encuentra en el mercado. El gran mérito del doctor es haber refundado a su partido por la base y haber convertido en militancia sanchista a lo que antes era simple afiliación.

En todo caso parece que una obligada cláusula de prudencia exigiría que Sánchez pusiera su parte antes y aun así habría que refugiarse en la desconfianza. Los partidarios del pacto adelantado tienen pocas posibilidades. Él no quiere a los populares como socios. En ningún caso si tuviera que ceder algo a cambio y aunque le ofrecieran su apoyo gratis, no se molestaría en pedírselo.

Hay un precedente que Casado debería recordar. Hubo una ocasión en la que los populares vascos se tomaron como cosa propia entregar los 13 escaños que obtuvo en las autonómicas de 2009 a la causa de aupar a Patxi López a la Presidencia del Gobierno vasco con un Gobierno monocolor como el que quiere Sánchez, regalándole la mayoría absoluta. Gratiset amore. Bueno, no exactamente gratis, sino muy baratos, a cambio de colocar una hermosa cariátide en la Presidencia de la cámara. Aquello no podía llegar a buen puerto y la legislatura fue corta. Mientras, el portavoz del PSE en el Parlamento vasco se empleaba así contra sus socios: «Al PP en cuanto abre la boca se le ven las caries del franquismo». Era en 2011 y aún no existía Vox, pero estos con cualquier cosita se hacen un apaño.