Noticia grata de Cataluña

EL MUNDO  17/01/16 – ARCADI ESPADA

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Mi liberada: Como bien sabes, Cataluña lleva años aportando una gran cantidad de residuos tóxicos a la política española. A la política y al periodismo, por cierto. Su aportación a la telebasura, reciclada o no, y al editorial único, confirman su legendario rol de factoría ideológica. Podéis sentiros especialmente orgullosos de haber sido pioneros en el desacato a la ley democrática y en el auge del populismo. Cataluña es hoy uno de los principales viveros europeos de ideas anacrónicas y peligrosas y un lugar donde el campo, mediante el gobierno de los rurales, se ha impuesto nítidamente a la ciudad. Pero hay una grata excepción y se llama Ciudadanos.

Entre las gentes más patéticas del presente está el antiguo catalanista político. Suelen ser tipos que rondan mi edad y que ahora vagan como pollos conceptuales sin cabeza. Nunca creyeron que Convergència pudiera llegar a una deriva semejante. Es verdad que su corazoncito poco bombeado no renunció nunca a la promesa de la independencia. Pero, en su tradicional candidez, siempre desvincularon la independencia del desorden. La independencia debería advenir, casi religiosamente, como se desprende una costra y no como se amputa un miembro. Hoy este tipo de personas, regidas por el diktat ferroviario de Cambó que quería hacer de Cataluña la locomotora de España, andan sumidas en el desconcierto. Es comprensible: querían una Cataluña triunfante y se encuentran con una Cataluña ridiculizada.

Dada su postración, me extraña que no hayan celebrado el éxito político de Ciudadanos. ¡Quia celebrar! Me extraña que no se les haya escapado una sola palabra amable. Al fin y al cabo, y más allá de que pretendan sofisticarlo, su patriotismo siempre tuvo una punta sentimental. «Puix parla català ha de ser home de bé» («Ya que habla catalán será un hombre de bien»): aunque Ciudadanos no sea su partido la noticia de su entrada en el Congreso, de la nada a cuarenta, es una objetiva gran noticia catalana. Comprendo que el separatismo de aldea trate a C’s como mero quintacolumnismo. Pero el silencio catalanista es, en teoría, puramente incomprensible.

No hay demasiados precedentes, y ninguno en la historia democrática, que es la historia del sufragio universal, de un partido nacido en Cataluña que haya recabado un éxito semejante del conjunto de los españoles. Es verdad que los republicanos de Pi y Margall y de Estanislao Figueras fueron mucho más influyentes y decisivos de lo que ha sido hasta ahora C’s. Y que Cambó fue un gran líder español. Pero los dos son ejemplos de la prehistoria democrática. Ni durante la República ni durante la monarquía constitucional hay nada comparable a Ciudadanos. Su éxito lleva a recordar la inolvidable reacción de Miquel Roca, cuando el Partido Reformista que lideraba junto a Antonio Garrigues Walker obtuvo cero –cero– diputados. Dijo Roca entre dientes que aquello no había sido una derrota sino un rechazo. Un rechazo de los españoles a los catalanes, claro. Los cuarenta diputados de C’s acaban con ese mito al tiempo victimista y xenófobo. El partido de Roca obtuvo algo más de un millón de votos y el de Rivera tres millones y medio. La única condición que debe cumplir un catalán para hacer política en España es hablarle a España.

El silencio catalanista es aún más ominoso si se tienen en cuenta algunas de las iniciativas políticas de C’s. Voy a referirme a la última. Este viernes, el diputado Funes registró una proposición no de ley en el Parlamento andaluz para que el vasco, el catalán y el gallego puedan estudiarse en el sistema público de enseñanza. Le escribí a un amigo que cómo se le podría ocurrir eso a alguien que vive en un lugar donde al gran Hadzibegic le llamaban Pepe. Una broma que te irritará. Pero que ni siquiera es una broma, sino una metáfora a la andaluza, levemente enharinada, de una de las grandes evidencias españolas, es decir, la existencia de comunidades culturales felizmente atravesadas por un idioma común. Ciudadanos sufre de una gran confusión en este asunto. Baste ver, por si fuera poco, cómo el diputado Funes ha justificado su iniciativa. No sólo por razones políticas, sino intelectuales. Para aumentar «la formación» del alumnado.

Sin embargo, lo que para mí es confusión y sometimiento al fetichismo de las lenguas, a esa idolatría sexual que consiste en atender al recubrimiento y no a su fondo, para los catalanistas es una muestra de respeto por la diversidad cultural y la singularidad política. Mucho más cuando lo hace un andaluz, o sea, un hombre poco concernido por el asunto, que no dispone de una lengua propia, sino de algo mucho menos prestigioso como es una lengua común. Te voy a poner aquí un paréntesis, mi liberada, para que vayas sacando conclusiones de lo que sucede cuando se emparejan esos dos sintagmas de tanta penetración en España. Fíjate hasta qué punto común se emparenta con la grisácea vulgaridad y hasta qué punto propio destila un rutilante oh là là là. Pero fíjate también hasta qué punto propio menudea con la autofagia y hasta qué otro común se encariña con comun…icación.

Todo eso, en fin, son mis problemas. Deberían ser, por el contrario, la delicia de los catalanistas. Su orgullo. Pero no lo son. Nunca han sido patriotas en el sentido preciso, inmune, que han querido dar a la palabra. Su patriotismo ha sido una estricta opción política, y ésta no es la verdad del barquero sino la verdad del náufrago. A mí me preocupan algunas de las iniciativas de Ciudadanos, demasiado deudoras de la política como fantasía. Me parece, además, un inútil ejercicio de necrofilia que se dirijan al catalanismo político, buscando la complicidad y hasta el pacto. Esta mañana, cuando me dijeron que Duran i Lleida había dimitido, pregunté: ¿De qué? Pero, al margen de estas opiniones creo también que los propósitos de Ciudadanos van a favor de la convivencia entre los españoles. Que no hay doblez en su programa. Por el contrario, ese nunca ha sido el objetivo del nacionalismo, ni siquiera en su manera más peluda y suave. El catalanismo nunca propugnó la moderación, sino sólo el método moderado.

Y sigue ciega tu camino…

EL MUNDO  17/01/16 – ARCADI ESPADA