¿Que hay de nuevo?

EL MUNDO – 17/01/16 – JOSEBA ARREGI

Joseba Arregi
Joseba Arregi

· Dicen que tras obligar a ETA a abandonar su actividad terrorista, es la hora de la verdad de la historia. Dicen que ahora comienza un tiempo nuevo. Dicen que cambia todo, que es hora de pactos. Pero dicen que ponen líneas rojas, dicen que es hora de dialogar, pactar, entenderse. Pero dicen que con el PP no, no, no, nunca. Se arrogan la victoria sobre ETA mintiendo sobre la historia que todos conocemos. Critican a todos los que afirman que ETA ha sido derrotada por el Estado de derecho como organización terrorista, pero que con ello no acaba la historia de ETA, de sus consecuencias, y, sobre todo, de la historia que se vaya a contar.

La Fundación de Víctimas del Terrorismo, siendo su Presidenta Maite Pagazaurtundua elaboró un documento que sí hablaba de líneas rojas, aunque es mejor hablar de hilos rojos que sirvieran para orientar en los tiempos de escribir la historia. Dos me parecen especialmente importantes: es preciso exigir a todo el mundo de ETA y a su entorno político la condena explícita de la historia de terror de ETA, y el reconocimiento del Estado de derecho, el que ha hecho posible que acabe esa historia de terror.

Mientras recordamos a las víctimas del franquismo, como lo hace el Gobierno vasco, mientras se buscan por todos lados víctimas de abusos de poder por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, mientras nos dedicamos a cambiar nombres de calles, con razón o sin ella, parece que nadie quiere acordarse de esas dos líneas rojas, mejor: esos dos hilos conductores sin los que la escritura veraz de la historia es imposible, y los asesinados serán enterrados cada vez a una mayor profundidad; en el olvido y en la insignificancia política.

La Ley de Víctimas aprobada por unanimidad en el Parlamento vasco afirma que las víctimas asesinadas poseen un significado político. Es una afirmación que recoge la Ley de Víctimas del Parlamento español. ¿Qué quiere decir significado político? Que no fueron víctimas de la avaricia, ni de los celos, ni de accidentes de tráfico, ni del odio entre vecinos, ni de rencillas personales, sino que fueron instauradas como víctimas para la consecución de una meta política, por un proyecto político. Y significa que esa meta política, ese proyecto político, el nacionalismo radical que lo sustenta y le da carne, queda deslegitimado en cada asesinado.

Pero basta que las partes lleguen a un acuerdo en la Audiencia Nacional –la acusación y los miembros de Batasuna acusados de seguir órdenes de ETA– para que las campanas suenen a gloria. ¡Reconocen el daño causado! ¡Renuncian a ejercer la violencia y el terror! Y uno se pregunta: ¿qué hay de nuevo en ello? ¿Está en contradicción con lo que ya hace algún tiempo dijo Tasio Erkizia, que ahora podían renunciar, de momento, al ejercicio de la violencia, y que ello era fruto de la lucha armada que habían llevado a cabo? ¿Cuál es el daño causado que reconocen? Reconocer que ha habido asesinatos y asesinados por ETA es una simple constatación. Como lo es que la familia y los allegados han sufrido, han llorado, que tienen un vacío en sus vidas. El reconocimiento de los hechos no va a devolverles a las familias a sus muertos,; ni a los asesinados, la vida.

Pero parece que a nadie le interesa subrayar que por medio de los asesinatos ha sido el Estado de derecho el que ha sufrido un daño enorme, porque los asesinatos tenían el fin de socavar, hundir y suplantar al Estado de derecho haciendo del terror la nueva ley, sin sujeción al derecho. ¿Reconocen los que ahora se han acogido al acuerdo el daño causado al Estado de derecho? ¿Están dispuestos a reconocer el Estado de Derecho?

Si lo estuvieran, lo podrían decir, porque el castellano es una lengua clara y directa. Al menos lo era para Gabriel Celaya. Es muy sencillo: «Condenamos la historia de terror de ETA. Reconocemos el daño causado al Estado de Derecho. Reconocemos que fuera del Estado de Derecho no hay espacio público, no hay política, no hay democracia posible: no hay libertad».

Joseba Arregi es doctor en Teología y Sociología y ex consejero del Gobierno vasco.