Arcadi Espada escribió certeramente hace unos años que yo me tomé como una declaración de guerra uno de los grandes dislates de Zapatero, un desatino fundacional en todo este descalzaperros (© I. Camacho) que ahora padecemos. Era 2005 y él dijo: “las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras”. Las palabras, la verdad. Sánchez y los suyos han adoptado la frase como estrella polar de su nocturno político. Algunos por desconocimiento; ahí está la vicepresidenta Calvo, con su portentosa ignorancia. Otros por perversión. Como mi oficio no es un reducto de intelectuales acrisolados, algunos colegas copian ahora los errores al sanchismo y así nos luce el pelo.

Un suponer, la creencia de que las mociones de censura en Madrid tenían preeminencia sobre la disolución de la Cámara acordada con anterioridad sostenida con admirable pundonor el zangolotino y Gabilondo, con el apoyo jurídico de Pérez Royo, la temerosa incertidumbre de la bella Inés y la confianza de Sánchez a los que el TSJ de Madrid se lo explicó ayer bien claro.

Los tres diputados  murcianos de la primera operación que le sale bien a Teodoro han sido calificados de ‘tránsfugas’ y la operación, de ‘tamayazo’, palabras al servicio de la política. Vayamos por partes. No es razonable llamar tránsfugas a los tres firmantes de la moción que se arrepintieron para volver a ser leales al pacto con el PP de 2019; si acaso tránsfugas en grado de tentativa. Arrepentidos los quiere el Señor. Los tránsfugas consumados eran los otros tres, vale decir el partido, que formando parte del gobierno regional, en lugar de romper el acuerdo y pasar a la oposición, presentan una moción de censura contra su propio Gobierno para que una de ellos, Ana Martínez Vidal pasara de consejera de Empresa a presidir el Ejecutivo murciano en lugar de López Miras.

Lo del ‘tamayazo’ es una prueba de cómo gustan al sanchismo y a algunos colegas míos las metáforas inapropiadas. Expliquemos que el tamayazo fue la espantada protagonizada por los parlamentarios socialistas Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sáez en la sesión constitutiva de la Asamblea de Madrid en 2003. La correlación de fuerzas dejó en minoría la alianza de Rafael Simancas con el comunista Fausto Fernández. Tamayo y Sáez no querían hacer presidenta a Esperanza Aguirre. Su ausencia en la constitución de la Asamblea fue un aviso a su partido: no estaban dispuestos a que Simancas diese a IU la cuota de poder que les correspondía a ellos, los renovadores por la base. Lejos de negociar, Zapatero expulsó a la pareja del PSOE. Simancas optó a la investidura y fracasó. Esperanza Aguirre no quiso optar a su investidura y la presidenta de la Asamblea puso en marcha el reloj de los dos meses al final de los cuales convocó las elecciones que dieron a Aguirre la mayoría absoluta.

“Las palabras abren puertas sobre el mar”, escribió Alberti. “Las palabras tienen un valor, son la esencia de la democracia”, dijo Cayetana a Calvo, sin que esta lo entendiera.  Con ella y con su jefe, las palabras son otra cosa, lo cantaba Mina: “parole, parole, soltanto parole, parole tra noi”.