Ignacio Camacho-ABC

  • Illa ha venido a pedir que lo que de todos modos van a hacer lo hagan rápido para pasar cuanto antes el mal trago

A Salvador Illa -el Buster Keaton de la pandemia, ¿se acuerdan?- le han entrado de repente las prisas por el indulto. Esta semana lo ha reclamado unas cuantas veces. Para ya, hoy mejor que mañana y mañana mejor que pasado. Que hay que empezar el reencuentro, el diálogo, y todas esas cosas que manda decir Iván Redondo. Que manda decir ahora, porque en febrero, cuando era el director de la campaña electoral de Illa en Cataluña, ordenó a su pupilo que ni bajo tortura se le ocurriese responder a esa pregunta. La de si era partidario de indultar a los sediciosos. Mira que se la hicieron veces y nada, con lo explícito que era cuando afirmaba, siendo ministro en plena crisis sanitaria, que las mascarillas no hacían falta. El asunto era tan importante para la convivencia catalana que no merecía que el candidato socialista dijese al respecto una sola palabra.

Pongamos que entonces no tenía claro el criterio, que no estaba convencido, y que alguna conversación reciente con Sánchez o con su mentor Iceta le ha hecho ver la luz y caerse del caballo paulino. Sin perdón no es posible distender la convivencia y tal. Renuncia a la venganza. Etapa de concordia bajo la grandeza de Pedro el Magnánimo. Condenados a la calle, ‘presoak kalera’, a cambio de que renuncien a la vía unilateral -eufemismo de declarar la independencia por las bravas- como se supone que ha dicho Junqueras, aunque él y sus exégetas lo niegan y arguyen que sólo ha hablado de aparcarla mientras reconstruyen sus fuerzas. Pero Illa, que es jefe de la oposición ¿constitucionalista? en el Parlament habrá leído, como es su obligación, el pacto de Gobierno firmado por los dos partidos que representan al separatismo. Y allí se dice claro que la secesión continúa siendo el único objetivo, y que el acuerdo parte de la meta común de arrancarle al Estado un referéndum de autodeterminación, no a largo plazo sino en este mandato. Es decir, que el indulto -ellos hablan de amnistía pero en esa materia sí se acabarán conformando- sólo representa el primer paso. Eso es lo que pone, no que pretendan negociar un nuevo marco estatutario. Ni Junqueras, ni Puigdemont ni sus subordinados se han comprometido en ningún momento a aceptar eso que Pujol y quienes aún le creen llaman el ‘apaño’, que no es más que una tregua táctica para reorganizarse hasta el siguiente asalto.

De modo que Illa, que sabe todo eso, miente. Con ese tono suyo circunspecto, tan educado, con esas maneras corteses de siempre y sin la determinación embustera de su presidente. Miente por encargo y se le nota incómodo con el trabajo; le han dicho que cierre filas por su flanco y ha venido a pedir con talante pragmático que lo que de cualquier manera van a hacer lo hagan rápido para pasar pronto el mal trago. Sin embargo aún le queda un papel más ingrato, que es el de aguantar la crecida nacionalista poniendo encima cara de palo.