Rivera y la España que sí suma

Editorial El Mundo

  • EL MOVIMIENTO de Albert Rivera para desbloquear la situación y evitar que España quede abocada a las cuartas elecciones generales en cuatro años tiene la virtud de aunar la inteligencia táctica con la búsqueda del bien común. La oferta de abstención –las abstenciones gratis no existen– del presidente de Cs incluye tres condiciones razonables para investir a Pedro Sánchez: romper la dependencia de Bildu en Navarra, prepararse para responder con el artículo 155 a un eventual desacato de la sentencia del 1-O y pactar una fiscalidad moderada frente a la incertidumbre económica de las clases medias. Tres condiciones que cabe resumir en una sola: traer de regreso al desnortado líder del PSOE a la senda del constitucionalismo y la centralidad. Una exigencia que encaja con la vocación de Cs como proyecto político y que debería haber contado con la anuencia del PP. Pero Pablo Casado, coincidiendo con el fondo, ha rechazado abstenerse en un comunicado incoherente que arriesga la credibilidad de sus llamamientos a sumar por España.

Desde el momento en que se abrieron las urnas de abril, EL MUNDO ha venido reclamando el entendimiento entre las fuerzas constitucionalistas para garantizar por fin un horizonte estable para España, tras años de parálisis legislativa. Entendimiento que Sánchez no solo ha rehuido, sino que se ha preocupado de obstaculizar pactando sistemáticamente con el populismo y el nacionalismo –incluyendo su peor versión: los testaferros políticos de ETA en Navarra y el partido de Puigdemont en Barcelona– a cambio de acumular más poder territorial. Su calculada pasividad pretendía seguir el guion de Rajoy en 2016 con el único objetivo de mejorar sus resultados y perjudicar a sus rivales, sin reparar en que la repetición entonces fue una novedad –hoy solo agrava la desafección– y olvidando que Sánchez sí dispone de fórmulas de gobernabilidad.

En 2016 y en 2019 el culpable del bloqueo es el mismo político. El hombre del no es no. Si entonces se negó a abstenerse ante el único candidato que podía gobernar –y su cerrazón le costó al PSOE una implosión traumática–, ahora que es el único candidato que puede gobernar sigue negándose a acordar ninguna contrapartida con nadie para ser investido. Hoy tendrá que explicarle al Rey que, teniendo una oferta de sus socios de censura y otra del centroderecha, se niega a explorarlas porque prefiere abocar a los españoles a las urnas en la convicción de que saldrá fortalecido. Pero todos los sondeos auguran que seguirá dependiendo de los demás. Lo seguro, de ir a las urnas, es la prolongación del bloqueo y la intensificación por tanto del deterioro institucional y económico.

Nos preguntamos si tiene Sánchez algún plan al margen del deseo o la fantasía de gobernar sin comprometerse a nada con nadie. Y si lo tiene, por qué sigue jugando con los votantes escamoteándoles su proyecto para España, al margen de la mera ocupación del poder.