ABC 29/01/16
DAVID GISTAU
· La corrupción del PP ha dejado sin fortaleza moral a la Planicie que deberá hacer contrapeso en cuanto PSOE y Podemos reediten el secuestro de la socialdemocracia
LAS dos alegaciones que el PP, al menos antes de verse desbordado, hacía con respecto de la corrupción eran que una generación más joven había cauterizado esas prácticas –una generación de exorcistas– y que, en todo caso, se debían a la conducta desviada de personas que se habían colado. Joe Pescis pasados por el cojonudismo a la española como este Alfonso Rus. Para estas situaciones, los portavoces del PP han debido de recibir un cursillo que incluye clases de interpretación para poner cara de abatimiento cuando dicen estar asqueados como el que más por esta proliferación de conductas individuales que se han multiplicado hasta el punto de que ya resulta más fácil encontrar los diez justos en Sodoma que en el PP. Este partido podrido está pasando la penitencia de las imputaciones y las redadas. Aún le falta otra, la de las sentencias de los macrojuicios que gotearán durante los próximos años, de forma que, durante muchísimo tiempo, será imposible disociar los conceptos corrupción y PP. En Italia, esto no lo soportó una de las mayores máquinas europeas de acaparamiento cínico de poder, la Democracia Cristina, cuyo único agravante comparativo fue la complicidad de Andreotti con Totó Riina, alias «El corto».
Más allá de la localización geográfica de las tramas y de las generaciones que vienen y van, Mariano Rajoy estuvo siempre, en todas las épocas pre y post Bárcenas, Gürtel, Taula, Púnica, etc., y se rozó e incluso amigó con todos. Su «Te quiero, coño» a Alfonso Rus compite ya con el «Luis sé fuerte» en el ranking de frases autodestructivas que quedarán en la memoria política de estos años. No es que el PP haya quedado en mala posición para las negociaciones actuales en el bazar de La Moncloa. Es que el PP debería disolverse, hacerse purificar, marcharse sus justos a otras siglas en las que volver a empezar a la intemperie, en los escaños de gallinero y sin poder alguno, pero al menos sin la inasumible impronta de pasado que ya arrasó por completo un partido que antaño tuvo un papel que jugar en España. Un papel que fue incluso heroico en algunos ámbitos, como el del Norte, adonde jamás habría ido a hacer política de trinque gente como Rus: esos valientes de los años de plomo también han sido traicionados por la corrupción.
El otro día, mientras Iglesias se ufanaba de ser un «montagnard» –es decir, un admirador del Terror–, nos decíamos que la corrupción del PP ha dejado sin fortaleza moral a la Planicie que deberá hacer contrapeso en cuanto PSOE y Podemos reediten el secuestro de la socialdemocracia por parte del comunismo disfrazado de conciencia democrática como en tiempos de León Blum. Ante esto va a dejarnos solos el autoinvalidado PP, con apenas Rivera y ya veremos, porque su corrupción ha abierto tal agujero de decepción y renuncia que es preferible que desaparezca aunque sea a costa de ver cómo se levanta la extravagancia de un régimen frentepopulista de antes del 45 en plena Europa del siglo XXI. Y los ERE también, lector, los ERE también.